Opinión

Justicia feminista

Un profesor de la UCR se encontraba entregando notas con un estudiante, al momento que se acercan tres mujeres también estudiantes del curso.

Un profesor de la UCR se encontraba entregando notas con un estudiante, al momento que se acercan tres mujeres también estudiantes del curso. El profesor le dice entonces al hombre que está con él, que no se marche, ya que estas tuvieron bajas calificaciones y vienen a ver cómo se les sube la nota. El profesor señala que, de acuerdo con su experiencia previa, este tipo de señoritas tienden a exigir que la nota se suba, so pena de poder ser denunciado por acoso en caso contrario. En un país donde la justicia se aplica a favor de las mujeres (e hijos) sin mediar “prueba material”, todo es posible.

Aquí se condenó a un hombre cuya hijastra lo acusó de toqueteos cuando ella era una niña. La ahora adolescente estaba molesta, debido a que su padre de crianza no le aceptaba el novio (drogadicto), por lo cual lo acusó del hecho. Las pruebas apuntaban que en el momento que la joven decía haber sido tocada, su padrastro se encontraba fuera del país. Mas, una brillante psicóloga, sin fundamento técnico, aseguró que, a pesar de la prueba material, la joven estaba diciendo la verdad, porque a ella, la psicóloga, se le “ocurría” que sí (más que psicóloga parecía detector de mentiras).

Hace tiempo, un hombre me escribió y me relató que encontrándose él en una fiesta, había una magistrada de la Corte. La magistrada afirmó que si a ella le llegaba un caso de un hombre contra una mujer, ella siempre fallaba a favor de la mujer independientemente de las pruebas presentadas en el proceso judicial. Si esto es realmente cierto todos los casos con la característica apuntada fallados por tal magistrada, deberían ser anulados y la señora (eufemismo) castigada porque eso es delito.

En Sudamérica, una mujer intentó matar a uno de sus hijos, como acusó el propio hijo y la prueba forense médica. Una jueza prohibió, entonces, al padre ver a sus hijos y otorgó la custodia de este y los otros hijos a la mujer, bajo el precepto de que la Declaración de derechos del niño expresa que el niño tiene derecho a una madre. ¿Estupidez o corrupción? Otra vez la prueba material no es validada.

Un joyero tenía una amante. En un acto de enmendarse, él decide cortar la relación con su amante. Así, él salió de la casa de la amante e inmediatamente ella fue con su hija de dos años (de una relación anterior) hacia la corte a denunciarlo por abusos contra la menor. La abogada, que me relató esto, indicaba que lastimosamente para evitar el escándalo con su esposa, el joyero llegó a un arreglo de pago (lo único que realmente quería la mujer), a pesar de que los peritajes arrojaban que la niña estaba mintiendo.

El caso estrella es el del maestro que había sido acusado por un grupo de madres, quienes argumentaban que él había estado abusando de sus hijas. Igualmente, sin prueba material, el pobre hombre fue descuartizado por una jauría de a-fálicas personas, despedido de su cargo y condenado. Las “inocentes” niñas (que ya a esas edades saben diferenciar entre una verdad y una mentira) dieron testimonio de los horribles actos a que habrían sido sometidas por el maestro. Quien juzgó no tuvo reparo en condenar a punta de “prueba” testimonial y el sujeto fue a la cárcel. Posteriormente, una de las madres confesó que todo había sido un plan elaborado por una delicada mujer, a quien el maestro le caía mal. Él fue liberado, pero su vida ya había sido negativa y drásticamente afectada.

Dentro de la justicia feminista, ha surgido una implementación de la ley que es no solo ilegítima sino también ilegal. El condenar a alguien sobre la base únicamente prueba testimonial deja al hombre, en este caso, sin la posibilidad de ejercer su derecho a una defensa: es imposible desmentir algo que no tiene base material. Así, el hombre queda sujeto a la voluntad y fe de jueces o juezas que se “montan” en la ola feminista y que creen que las mujeres y sus hijos nunca mienten; en cambio, todo aquello que tiene testículos siempre mentiría.

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