Opinión

Jeanine Áñez y los fascistas bolivianos deben responder por sus crímenes

“No temas Jeanine

No tengas miedo, Jeanine.

A vos no te van a golpear hasta hacerte pulpa la cara.

No te raparán la cabeza hasta hacerte sangrar el cuero cabelludo, con las manos atadas a la espalda .

No te arrastrarán por las calles, después de arrojarte pintura roja, para el escarnio y la diversión de tus enemigos.

No lo permitirían “las polleras”, esas cholas que tanto despreciaste y perseguiste.

No tengas miedo, Jeanine.

Fuiste detenida y encarcelada sin que tus derechos humanos fueran vulnerados.

Fuiste conducida a una cárcel de mujeres, con acceso a defensa legal, y ante los ojos del mundo, no humillada y aterrorizada por una jauría de machos rabiosos que te destrozaran y exhibieran tu miedo y tu dolor como un trofeo.

No tengas miedo Jeanine.

Aunque hayas renegado de ser “una coya” y te hayas declarado aria, rubia y superior a esas pieles morenas y a esos ojos antiguos a quienes mandaste a cazar, no tengas miedo.

Ellas, nosotras, no somos como vos.”

Cecilia Solá.

A Propósito de la detención de Jeanine Áñez, la exdictadora, ordenada por la justicia ordinaria de Bolivia

“Cuán flaca y débil es la memoria histórica”, una afirmación reiterada que se escucha a menudo, ella nos conduce a evidenciar lo que resulta ser el meollo de todo un tema de gran importancia en la vida social y política de nuestros países, tanto que debería ser objeto de una reflexión y una discusión muy profunda. ¿Será por eso que para mucha gente del común –por así llamarlas- lo que no aparece en las pantallas, las ondas radiales o en las páginas de los medios de comunicación del régimen de la dictadura neoliberal no existe o no existió?

¿Será entonces que por estos motivos muchos (as) ni siquiera se enteraron de la inmensa tragedia vivida, durante casi un año, por las grandes mayorías populares de Bolivia?. La problemática surge raíz del golpe de estado llevado a cabo por Jeanine Áñez, Fernando Camacho, Carlos Mesa y otros políticos bolivianos, los cuales actuaron como la cabeza de los sectores fascistas más radicales en extremo racistas de ese país, con la decisiva complicidad y el apoyo activo de algunos jefes militares y policiales amotinados que exigieron la renuncia del presidente Evo Morales, entre el 10 y el 12 de noviembre de 2019 (lo invitaron a dejar el gobierno y al país amenazandolo de muerte), cuando faltaban todavía más dos meses para cumplirse el período por el cual había sido electo.

Estos fascistas llegaron al Palacio Quemado y a la Plaza Murillo de la capital boliviana, Biblia en mano y quemando o pisoteando la Whipala, el símbolo más sagrado y representativo de los pueblos originarios del Alto Perú, hoy República Plurinacional de Bolivia.

Por fortuna, hace un par de meses, el heroico pueblo boliviano ha revertido la situación a costa de innumerables sacrificios, lo cual hace girar la rueda de la historia al permitir el regreso de la democracia.

Todo esto tuvo un alto precio; la existencia de los 37 o 38 manifestantes muertos de Senkata, en la ciudad del Alto de La Paz, y en Sacaba en las proximidades de Cochabamba (en realidad fueron 40 personas, pues algunas fallecieron en los hospitales). Durante esos días, quienes actuaban en calidad de defensores del orden constitucional y del gobierno legítimo, el cual estaba siendo derrocado,  fueron víctimas de la represión militar lanzada por el régimen golpista de Jeanine Áñez, situación que sigue siendo ignorada por los grandes medios de comunicación, de manera cínica (tienen esqueletos en el ropero y ni siquiera se ruborizan). Lo anterior se efectúa con el decisivo concurso de grupos paramilitares de choque de la ultraderecha, como los pititas y los cochalas motorizados de Cochabamba que cometieron innumerables atropellos en muchas partes del país, como sucedió con estos últimos, quienes torturaron a la alcaldesa de una pequeña ciudad de ese departamento, debido a que la rociaron con pintura roja, la raparon, la hicieron caminar descalza por un escabroso camino y a la orilla de un río le pusieron una pistola en la sien para que renegara de Evo y del MAS. Las cosas han cambiado, incluso ella fue electa senadora por el departamento de Cochabamba en las elecciones generales del 18 de octubre, cuando los bolivianos lograron recuperar la democracia. No a la impunidad de estos fascistas y en extremo racistas de las bandas cochalas y pititas armadas y motorizadas. Todo esto configuró un escenario que provocó que al dolor de los familiares de las víctimas se uniera un profundo sentimiento de injusticia, provocado por la impunidad con la que permanecen los autores de esos hechos. Cuando  los alteños, mientras llevaban a sus muertos, bajaron para manifestar su duelo y determinación de lucha en las calles de La Paz, se les disparó y se les arrojaron gases lacrimógenos por parte de las fuerzas represivas al servicio de Jeanine Áñez, lo que provocó que los ataúdes de las víctimas quedaron tirados en las calles, dentro de lo que fue un grotesco y cruel espectáculo, además de una infinita vejación.

Ha llegado la hora de que la señora Áñez, los cívicos de Santa Cruz, los cochalas motorizados de Cochabamba, los militares y policías golpistas amotinados, a quienes mediante un decreto de dictadura, que ahora se victimiza y encuentra eco en la derecha continental, exoneró de toda culpa si cometían excesos -como los mencionados en la salvaje represión ejercida contra quienes se resistieron al golpe de estado-, junto con los actos corruptos y violentos de los personeros de su régimen dictatorial de opereta, respondan.

Es así como podemos constatar que la derecha neofascista de este continente quedó desenmascarada ante los ojos de muchas personas desaprensivas. Esa gente no son demócratas, en modo alguno, pues si no ganan las elecciones entonces hay fraude, dan golpes de estado en la modalidad soft para negarlo después (Yañez dice que ese hecho no ocurrió), y de paso asesinan y torturan a ciudadanos de las mayorías populares, de por sí para ellos no son seres humanos, si acaso son indios, llamas, animales de carga, entre otros.

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