Opinión

Isaac frente al suicidio

Me cuenta que le gusta la música variada, los videojuegos, alguna actividad artística, pero que le atraen un poco, a ratos

Me cuenta que le gusta la música variada, los videojuegos, alguna actividad artística, pero que le atraen un poco, a ratos; no quiere quedarse solo en un gusto, ni para siempre, porque prefiere conocer mucho, hasta donde le den ganas. También me dijo que es tímido, callado, que casi no habla con nadie, pero que tiene dos amistades cercanas, a quienes les confía todo.

Se trata de Isaac, un muchacho de 13 años, muy alto, con el cabello un poco largo y ensortijado, que tiene una sonrisa enorme y buena, al que conocí hace solo unos días en San Marcos de Tarrazú, donde vive junto a su familia.

Durante la visita que les hago, gracias a la invitación de su madre, una antigua amiga de mis primeros años de universidad, veo a Isaac, a sus largas manos, su postura recta, perceptiva, con un libro que, me parece, es En una silla de ruedas, de Carmen Lyra. Tiene ganas de seguir conversando pero se pone a leer, seguro porque ahí, en las páginas, también le resuenan cosas.

En el almuerzo, hablamos de lo impronunciable: el suicidio de tantas personas jóvenes en esa zona gobernada por santos que, como Saturno en la pintura de Goya, devoran a sus propios hijos. Junto a su familia, me cuentan muchísimas historias, demasiadas, como la de la niña, violada por su padrastro reiteradamente ante la traición y el silencio de una madre; una niña a quien no le queda más remedio que cortar cada día un pedazo más de su piel; o aquel niño que se ha intentado matar en varias ocasiones, una de ella ahorcándose. Frente a su pasaje al acto, ante su desesperación de niño, lo único que ha obtenido es la cólera de su madre y la infamia de unos pares que, en una muestra de brutalidad inconcebible, lo apodaron “Mecatito” burlándose de la marca que se hizo en el cuello cuando, en lugar de palabras -que probablemente nadie oiría- para nombrar su padecimiento, puso la soga.

¿Isaac, por qué creés vos que tanta gente de tu edad se suicida aquí?, le pregunto. Y él, que parece haber vivido más de 13 años, más allá de las fronteras de un pueblo y de un país que se niega a cuidar a sus habitantes; él, desde una sabiduría y coraje inusuales, me dice con voz decidida: se matan por culpa de la familia que tienen. La familia, pienso con amargura, la familia que la vida nos tira encima cuando nacemos, como diciéndonos, en los casos en que la suerte no nos favorece: juéguesela como pueda.

Isaac me recuerda a Álvaro, mi hermano porque él también era un muchacho sensible y cariñoso. Varito cosía y deseaba ser diseñador de modas pero la vida lo pateó durante mucho tiempo de espantosa soledad. Él nunca encontró la salida a su sufrimiento, dejó de poder sostenerse y se soltó. Su dolor se volvió una mina de cal que lo mató.

 

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