Opinión

Interrogantes de una tala de árboles

En plena celebración de nochebuena, y cuando la comunidad universitaria disfrutaba de sus días de vacaciones, se inició la tala de 59 árboles

En plena celebración de nochebuena, en diciembre del 2016 y cuando la comunidad universitaria disfrutaba de sus días de vacaciones, se inició la tala de 59 árboles en las instalaciones deportivas de la Universidad de Costa Rica.  Fue la respuesta de las autoridades universitarias al recurso de amparo interpuesto por varios vecinos desde varios meses atrás.

No han sido suficientes las voces de protesta de las familias aledañas al área boscosa, ni tampoco la movilización de profesores, estudiantes y personal administrativo de la Institución. Las comunidades locales actuaron con un claro principio de responsabilidad, al reconocer el papel  que cumplen los bosques y numerosas especies  en el ecosistema, lo mismo que su impacto en la calidad de vida.   Lo importante ha sido abogar por valores éticos y estéticos en defensa de la conservación de la biodiversidad.

Mención aparte merece el compromiso asumido por la Escuela de Biología de la Universidad.  Numerosos  recursos y explicaciones interpuestos por esta unidad académica han tratado  de salvaguardar “el tesoro verde” que guardan las fincas en cuestión.  Biólogos universitarios  especializados entregaron largos estudios sobre la importancia de una extensa área que merece ser preservada para las actuales y futuras generaciones.

La gran pregunta que nos hemos hecho muchas ciudadanas (os), es ¿qué respeto guardan las  autoridades universitarias por sus escuelas y unidades académicas en general, al desestimar e ignorar el   criterio científico de la instancia especializada en la enseñanza de la conservación y protección del medio ambiente?  Recordemos no solo la larga trayectoria de  la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica, sino sus valiosos aportes en el ámbito nacional e internacional.

¿De qué manera justificar las exigencias del Estatuto Orgánico de la Institución, en cuanto establece un compromiso con el medio, al “fomentar el mejoramiento de la relación ser humano ambiente, y el conocimiento, el respeto, la conservación y el uso sostenible de los recursos ambientales, así como una mejor calidad del ambiente…”?.   ¿De igual forma, cómo debemos entender “la acción universitaria planificada en pro del mejoramiento continuo para contribuir a elevar el desarrollo humano y la calidad de vida de los habitantes del país”?

No es menos enfático el estatuto al exigir al Rector, “canalizar hacia los diversos órganos y autoridades universitarias, los asuntos que les competan y servir como medio obligado de comunicación de todos ellos, con el Consejo Universitario”.   ¿En ese espíritu, acaso  no era obligación estatutaria, canalizar la tala de árboles hacia el órgano competente, en este caso y en primera instancia la Escuela de Biología, y entregar los estudios de esta unidad académica al Consejo Universitario? La Escuela de Biología entregó también la información al Consejo Universitario, el cual ha guardado un largo silencio al respecto.

Mucho hemos hablado del modelo universitario que queremos y el cual se infiere no solamente del Estatuto Orgánico sino también de los Congresos Universitarios: una universidad democratizadora del saber y del conocimiento. Sin embargo, para lograrlo necesitamos el pleno ejercicio democrático dentro de la Institución: la construcción  colectiva entre los diferentes sectores de la comunidad universitaria, conforme a la especialización y experiencia de cada sector.  El ejercicio del poder en una institución de educación superior debe llevarse a cabo  a través del diálogo y el respeto, como dimensión esencial de la vida académica ; de no ser así, tanto la autarquía como  el autoritarismo, socavarían las bases mismas de la universidad pública.

Finalmente, las cuestiones referentes a la biodiversidad, están muy relacionadas con la interacción de la población con los ecosistemas.  El diálogo con las comunidades  se vuelve así una obligación moral.  Debemos escuchar a aquella ciudadanía que apoya el grado de conservación deseable, que lucha por sus hijas(os) y por los que vendrán para tener calidad de vida desde el punto de vista de su contexto ecológico y social.  Las personas también formamos  parte de nuestros ecosistemas forestales, a través del complejo dinámico del bosque, de sus mamíferos, aves, microorganismos…  Además, y no menos importante: los bosques también forman parte del paisaje humano.

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