Opinión

Incentivos para carros eléctricos: una política mal enrumbada

La prensa anunció recientemente la propuesta de varias medidas que incentiven el uso de carros eléctricos: rebajas de impuestos

La prensa anunció recientemente la propuesta de varias medidas que incentiven el uso de carros eléctricos: rebajas de impuestos, exención de la restricción vehicular, puestos de parqueo preferenciales, etc.; todas obviamente muy atractivas.

Es cierto que los carros eléctricos tienen dos ventajas sobre los de combustión interna: menos ruido y cero gases de escape, lo que, en teoría, haría que las ciudades sean más agradables de vivir y más saludables. Tal vez estas ventajas sean, en sí, suficientes para justificar las políticas propuestas.

Sin embargo, la intención de las medidas propuestas va por otro camino: la reducción de las emisiones de gases de efecto de invernadero. La idea general es que un carro eléctrico, al no tener un motor de combustión interna, no emite ninguno de los gases que causan tanto daño. Pero: ¿Es realmente así? Creo que no, por varias razones.

La electricidad que consumirán estos vehículos proviene, en su mayoría, de fuentes renovables, pero: ¿Estas son carbono neutrales? No. La construcción de una represa implica emisiones masivas de gases invernadero, por la fabricación del cemento, por los inmensos movimientos de tierra y por la energía que requiere el manejo sustentable de sus cuencas. Claro, estas emisiones se “amortizan” sobre un período de muchos años de la vida útil de las represas, pero no son inexistentes, ni despreciables.

Además, al llenar el reservorio de la represa, el agua cubre la vegetación existente, que, con el paso de los años, se va descomponiendo y libera metano, un gas que tiene un impacto mucho mayor que el CO2 en los cambios climáticos (Fearnside, 2016; disponible en: http://philip.inpa.gov.br/publ_livres/Preprints/2015/Fearnside-Greenhouse_gas_Emissions_from_Dams-Wiley-Preprint.pdf).

Por otra parte, el carro actual del futuro dueño de un vehículo eléctrico no se va a “evaporar”, sino que se mantendrá en el parque automotor por otros 10-15 años, por lo que las emisiones totales del país, por efecto de esta política, no van a disminuir un átomo en el mediano plazo.

Una flota de carro eléctricos tendrá además un efecto considerable sobre el consumo eléctrico nacional, el que muestra, de por sí, un crecimiento anual, apenas cubierto por las nuevas represas que se van construyendo. Un carro que anduviera unos 12.000 km por año consumiría alrededor de 2.400 kw-h, el equivalente aproximado al 60% del consumo de un hogar promedio en Costa Rica (ver: https://sites.
google.com/site/ahorrodeenergiaencostarica/home/consumo-normal). La demanda adicional tendrá que ser cubierta por nuevas represas, las que, como he indicado arriba, no son carbono neutrales. ¿Con la resistencia social creciente a la construcción de nuevas represas, con qué fuentes de electricidad se abastecerá el incremento de la demanda creado por todos los carros eléctricos que esta política va poner en el mercado? ¿Con generación térmica? Esto sería una aberración, al sustituir un combustible fósil por otro. En esta misma línea de pensamiento: ¿Cómo se solucionarán en el futuro los faltantes de energía eléctrica: con cortes a los hogares, muchos de los cuales ni siquiera sueñan con tener un vehículo, a las industrias que generan riqueza o restringiendo la circulación de las flamantes nuevas unidades?  Ninguna de estas opciones tiene sentido.

Resumiendo, esta política es errónea porque sacrifica escasos fondos públicos, sin tener efectos medibles sobre la reducción de la emisiones de gases de efecto de invernadero, al mismo tiempo que sigue promoviendo el transporte individualizado de personas, cuando la única vía de largo plazo es el cambio sistémico profundo, o sea la promoción del transporte público, una vez que este se haya liberado de los jueguitos de intereses personales que, en este tema, mantienen a Costa Rica en un atraso de 50 o 100 años.

 

Suscríbase al boletín

Ir al contenido