Opinión

Identidad costarricense a partir del 29 de octubre de 1821

¿Qué país somos? ¿Quién soy yo en mi país? ¿De dónde vengo en la identidad de mi raíz nacional?

¿Qué país somos? ¿Quién soy yo en mi país? ¿De dónde vengo en la identidad de mi raíz nacional?

En nuestro legado precolombino, ahí empieza el asunto. Un tesoro cuya maravilla tiene un lugar destacado en el mundo de hoy, al que todavía no aprendemos a valorar.

Nuestras culturas originarias siguen con el estigma de extraños, pero el sentido de inclusión debe imponer su carácter obligatorio. ¿Por qué cuesta tanto valorarlo? ¿Por qué hay costarricenses que ni siquiera se han enterado? ¿Por qué tanto desprecio a nuestras raíces ancestrales? Ellos fueron los primeros y todavía hoy están en un limbo de invisibilización. De ahí comenzamos a venir, esa ruta dura de la historia es la forja inicial con la que se tejió la patria.

Durante la conquista y la colonia española se les quitó su patrimonio integral, su dignidad, incluyendo sus nombres; y se nos dijo luego, en la enseñanza oficial del Estado costarricense, que veníamos de otro lugar, que nosotros éramos otros, que nuestro futuro estaba en España o en cualquier otra parte de Europa, pero nunca en Costa Rica. Hasta que aquel mestizaje de varios siglos con los esclavos negros comenzó a hervir su cansancio. Ya éramos otros en la distancia, distintos a una monarquía opresora, vividora y corrupta.

Fueron la independencia de Estados Unidos de América en 1776 y la Revolución Francesa en 1789 las que abrieron el camino formal para un nuevo orden político, que en el caso de Costa Rica, dentro de su proceso interno, llevó al costarricense Pablo Alvarado a dar el primer grito de independencia en toda la América hispana en 1808.

Alvarado fue reprimido y encarcelado durante 18 meses en Guatemala. El gobernador de Costa Rica pidió que: “Ojalá nunca volviera por estas tierras”, porque no lo quería aquí, por lanzar un grito de revolución y por el cambio total en la estructura de dominación colonial que fue el anuncio de los nuevos tiempos.

Nunca hemos sido pasivos, solapados sí. Pero también, y esto es gravísimo, un país sin memoria, o de memoria corta y de modelos superficiales. Porque siempre lo extranjero es mejor y lo nacional se ha diluido hasta quedar en casi nada.

Sin embargo, los costarricenses, por nosotros mismos, hemos hecho grandes cosas a nivel nacional e internacional, solo que no tenemos amor propio, además de que no invertimos en una divulgación de las cosas buenas que hacemos a todo el mundo.

Para mediados del año 1820, el gobernador de España en Costa Rica, Juan Manuel de Cañas, reprimía a la población y ponía en movimiento piquetes militares. Tenía control absoluto, político, militar y de censura, para que no hubiera ideas ni movimientos independentistas a lo interno de nuestro país.

La Capitanía General de Guatemala no existía desde 1812, ni tampoco había ningún capitán general. Costa Rica no tenía nada que ver con Guatemala ni con México en lo político ni administrativo, y se gobernaba con bastante libertad y autonomía porque eran los ayuntamientos [municipalidades] los que tomaban las decisiones y sentaban una autonomía local propia.

Así que tenemos el deber irrenunciable, el 29 de octubre del 2021, bicentenario de nuestra independencia, de comportarnos con autoestima, autonomía y dignidad nacional, unidos por la construcción de una identidad nuestra muy propia que viene desde nuestros adentros, defendiendo nuestros intereses, con unión bajo nuestra única bandera tricolor y con nuestro himno nacional, y no cantando himnos extranjeros como las ocurrencias de una exministra de educación, sino con el pecho y con el alma de Costa Rica, que nació para el mundo el 29 de octubre de 1821, al decretar su independencia absoluta del gobierno español.

Es bueno expresar con orgullo nuestro amor nacionalista, gritarlo y defenderlo abiertamente, sin miedos ni complacencias.

Costa Rica, el país que nos da de comer en cuerpo y alma, nuestra patria, merece respeto. Su historia es una articulación de hechos que nos han costado músculo y sangre, ideas y confrontaciones sociales penosas.

Seguimos adelante.

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