Recientemente tuvimos la oportunidad de vivir la intervención de la comunidad universitaria en distintas manifestaciones relacionadas con el proyecto de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas. No obstante, se observó que el grado de participación y el compromiso con las causas que motivaron los movimientos presentaron diversos matices.
En materia de organización, las marchas fueron convocadas de forma similar, usando los mismos medios; salvo, quizás, la marcha hacia Casa Presidencial que se emprendió de la noche a la mañana. Fue un recorrido macizo de cientos de estudiantes, profesores y administrativos venidos de las diferentes sedes. En contrapunto con las enfocadas a expresarse en contra del Plan Fiscal.
Aquí cabe la siguiente pregunta: ¿qué sentimiento movió a una multitud de funcionarios universitarios a manifestarse en este caso y en el otro no?
A mi juicio, lo sufrido por nuestros estudiantes y la sentida violación a nuestra autonomía universitaria tocó lo más profundo de nuestro orgullo como universitarios. Sin lugar a dudas, despertó nuestra mística por esta Benemérita Institución; así, salió a relucir nuestro sentido de pertenencia y nuestro cariño por esta Alma Máter que nos ha proporcionado un lugar y un espacio para el crecimiento personal y académico.
Extrañamente, el Plan Fiscal no despertó en nosotros la misma euforia, a pesar de que sabíamos el riesgo que corrían las finanzas de nuestra institución con la aprobación del proyecto. Quizás los ataques constantes de la prensa nacional tendientes a debilitar la opinión y el respeto que tienen las y los costarricenses hacia nuestra Universidad desmotivaron a algunos y causaron vergüenza ajena en otros, a tal grado de cuestionarse o inhibir su participación en ese tipo de protesta.
Lo importante aquí es que descubrimos que, a pesar de que estos acontecimientos mostraron una Universidad fragmentada, aún hay temas de consenso y que nos recolocan institucionalmente. Se identifican asuntos que nos avivan esa mística universitaria que nos mueve a creer que, a pesar de los esfuerzos de algunos por manchar nuestra imagen. Seguimos siendo esa Institución Benemérita que ha aportado mucho al país desde cualquier perspectiva que se mire, y en especial merece destacar que la Universidad de Costa Rica tiene todavía mucho más que contribuir para que Costa Rica logre un desarrollo integral y pleno como lo merecen sus habitantes.
Pese a la diversidad de criterios, ideologías y modos de pensamiento, existen ideas en las que todos, o al menos la gran mayoría de nosotros estamos de acuerdo; por ejemplo, aspectos como promover la mejora continua en la docencia, encadenar la investigación y la acción social hacia múltiples ámbitos y rincones de Costa Rica. Asimismo, muchos coincidimos en la necesidad de buscar una mayor eficiencia en la gestión administrativa universitaria. De igual forma, llevar a cabo un proceso más agresivo y asertivo de divulgación de nuestro quehacer tan diverso y rico; un proceso que sea más horizontal, más extensivo e inclusivo hacia todos los sectores de la sociedad y con un lenguaje más llano, que impacte de una mejor manera en la opinión pública y desmerezca las malas intenciones. Todos estos, son algunos puntos en los que todas y todos, los que nos llamamos universitarios y universitarias, estamos de acuerdo.
En estos tiempos, en que nuestra UCR es blanco de diversos ataques, la comunidad universitaria debe permanecer más unida que nunca, debe cerrar filas y hacer un frente común. En colectivo, debemos proponer ideas que nos reafirmen el sentimiento de comunidad. Debemos creer que estamos haciendo bien las cosas, lo que no niega revisar sobre lo actuado, pedir cuentas con transparencia y honestidad. Nos falta repensar el bienestar de nuestra Alma Máter y, sobre todo, retomar con mucha vehemencia que la Universidad de Costa Rica tiene un enorme potencial para que el bienestar de nuestro país crezca para todos sus grupos, con todos sus sectores y en todas sus regiones.