Opinión

Ibn Khaldoun, humanista

La ignorancia es mala consejera: escribo porque alguien sin argumento, horror: puramente a priori,

La ignorancia es mala consejera: escribo porque alguien sin argumento, horror: puramente a priori, puso en entredicho no solo a este pensador árabe preclaro, sino que de paso desacreditó toda una cátedra en nuestra benemérita Universidad de Costa Rica. Ignoro qué es más peligroso: si los jóvenes que ya prácticamente no leen (ni las vanidades, con o sin mayúscula) o ciertos viejos que por prejuicio no entienden. En este corto espacio, podría conformarme a reproducir cantidad de elementos ejemplares sacados de Wikipedia y otros; pero renuncio. De verdad no entiendo cómo una persona, supuestamente dentro de la élite de este país da prueba de tal miopía mental al ignorarse a respetar tal vida enciclopédica.

Ibn Khaldoen (Túnez, 1332 – El Cairo 1406) me impresiona por su personalidad, su background cultural, su desempeño polifacético. Profundamente anclado y sufrido en su época, al mismo tiempo lo veo como “bisagra” entre dos épocas (la medieval y la renacentista). Nacido en una familia andaluza de origen árabe, también resultó “puente” entre sendos entornos geográficos (el europeo sureño y el norte africano). Siguió básicamente abrazando ese Mediterráneo, mare nostrum romano, antes y después pasaje obligado y crisol de culturas tan diferentes, y que todavía impregnan nuestra visión de mundo. Por Dios, ¿cómo se puede ser tan prejuiciado, cerrado para negarse a echar una mirada “al huerto del vecino”, como sugería nuestro Rodrigo Facio, y como llevó a la práctica tan brillantemente, hacia el este, la benemérita Premio Magón de nombre Hilda Chen Apuy?

Impresiona la capacidad de trabajo, por décadas, y de síntesis intercultural que efectuó Ibn Kaldoun. Sigue estimulando, ahora vía una cátedra a su nombre, a pesar de ignorantes locales aquí, como allá otros fanáticos, tipo Estado Islámico, que después de destruir Palmira, la emprenden contra Alepo, Nimrod y Mosul.

En el polifacético intelectual cautiva la formación rigorosa del pensar y escribir en árabe clásico, atento y abierto a predecesores suyos (Averroes, etc.) lo mismo que a otros de la cultura helena que felizmente ayudó a rescatar (Aristóteles, Platón, etc.). Deja boquiabierto su capacidad de producción, pese a la peste negra que entonces asolaba la Vieja Europa y alrededores, igual, a pesar de arenas movedizas entre grupos de poder en ese sector africano y ese Medio Oriente, tan de pivote para lo que llegaremos a ser como cultura europea.

De verdad, perdonen, me pregunto por qué esta persona de cuyo nombre no quiero acordarme por su mente inquisitorial, no protestó cuando en nuestra UCR se institucionalizaron vínculos con el Lejano Oriente, con el instituto Confucio. ¿No se acuerda tampoco de la gran lección que nos dio el admirado Láscaris, liberal de noble estirpe, poniendo a la comunidad universitaria toda (en las aulas, por el Semanario y la Radio universitarias) a estudiar y discutir sobre marxismo? ¿Cuál es el miedo a las ideas?  ¡Es por diferencia y desde la divergencia que se aprende!

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