Opinión

Humanismo, homofobia, hipocresía

Bajando por la Calle 1, en San José centro, uno se topa primero con la catedral y, luego, una gran iglesia evangélica.

Bajando por la Calle 1, en San José centro, uno se topa primero con la catedral y, luego, una gran iglesia evangélica. “Desde 1891” reza el letrero. Muy bien para este y otros credos. Ahora felizmente hay libertad de culto. Mejor le quitamos esa colita de “y culto” al ministerio de relaciones exteriores, obsoleta hasta para el papa; por la misma vivencia plena de la res publica es conveniente que estén separadas esferas. Lo mismo: costó siglos, después de degradar a Galileo, separar ciencia y fe; debe prevalecer un absoluto respeto por la dignidad humana. Por eso me apesadumbra que en pleno siglo XXI vuelven vendavales de cruzada inquisitorial: las pasadas elecciones dejan un mal sabor a quienes pensábamos avanzar, juntos, en la búsqueda de una sociedad desarrollándose, entre otros, en la dimensión del respeto a la persona y su derecho a la felicidad.

Hitler y sus secuaces podían dudarlo todavía y, por ello, dentro de su deprimente ideología del superhombre la mujer tenía un pedestal… pero en la casa (la tan famosa como funesta triada del KKK: ella… a tener hijos, a cuidar la cocina y a ir a la iglesia). Pero ahora no se puede negar una realidad científica de hace siglos: lo incongruente de esa dicotomía de varón de pelo en pecho, contra “el reposo del guerrero”, la mujer dulce-dócil que se amarra en matri-monio para aumentar mi… patri-monio (la etimología no engaña).

Todo iba bien amarrado en una ideología que defendía el macho, la procreación y la “patria” (otro sustantivo tan connotado; porque lo siento, don Joaquín García Monge: no cuajó la “matria”). Pero señores, si no fuera suficiente observar el pasado que dejó constancia de grandes homosexuales (varios filósofos en la antigüedad, como también Leonardo da Vinci y tantos grandes) en campos tan fértiles como variados, que por lo menos abramos los ojos hacia el devenir científico que ya comprobó que en la naturaleza, en el reino animal y en la especie humana no calzan todos así no más en categorías de sexualidad pura contrastiva de cien por cien lo uno contra cien por cien lo otro… hasta hay asexuados, todos humanos.

Para nada estoy infravalorando la familia ni libros tan hermosos como didácticos, cito: La Biblia y el Corán (el primero, en más de un momento más violento que el segundo) porque son productos de una época y de varones que, bajo luz divina dicen, plasmaron su visión de mundo. Pero desde entonces mucha agua ha corrido por Mesopotamia y por el Virilla. ¿Por qué incidir en homofobia, si “esos” reaccionan igual que nosotros ante el dolor infligido y se ríen del mismo modo que nosotros… Cómo se comportan esos seres aludidos en el dormitorio no nos incumbe. No ignoremos, entre ellos, a grandes genios (Turing, Wilde y un largo etc.) que también hicieron progresar al género humano entero. O, perdonen, ¿asistimos aquí y ahora a otra prueba de que ocho siglos de convivencia española con los “moros” a nosotros, pretendidos civilizados del siglo XXI, nos dejaron marcados con esa manera tan islámica de ser: tan fanática como farisea, fundamentalista además; es decir, antihumanista?

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