Opinión

Homo oecologicus vs. cambio climático

En el preámbulo de la película 2001: odisea en el espacio (1969), un grupo de homínidos del Paleolítico intenta acceder a un pozo de agua;

En el preámbulo de la película 2001: odisea en el espacio (1969), un grupo de homínidos del Paleolítico intenta acceder a un pozo de agua; sin embargo, se lo impide repetidamente un grupo rival. Una mañana se despiertan sobresaltados ante la presencia de un misterioso monolito al que empiezan a reverenciar y del que reciben un conocimiento inesperado. Comienzan a experimentar con júbilo cómo un objeto inofensivo, un simple hueso, puede convertirse en una poderosa herramienta capaz de dominar la naturaleza salvaje y diferenciarse de ella.

Después de la última gran glaciación del Würm, acontecida en el Paleolítico Superior, el progresivo calentamiento del clima en la tierra influyó en un incremento gradual de la población y, con ello, una mayor densidad de individuos que inevitablemente intensificaron el contacto entre grupos. Este proceso, según las últimas teorías evolucionistas, aceleró la propagación de ideas innovadoras. El resultado es el advenimiento de la llamada revolución neolítica, es decir, la transición fundamental entre los cazadores-recolectores y los primeros asentamientos humanos. Es la llamada cultura natufiense, que se originó en el extremo occidental del Creciente Fértil hace unos 13.000 años. El descubrimiento reciente de estos protoasentamientos, junto con el hallazgo del primer templo conocido, Göblekli Tepe, al sur de la actual Turquía, refuerza la tesis, según los expertos, de que la religión organizada pudo cristalizar antes que la agricultura. El instinto humano de reunirse para celebrar rituales sagrados surgió cuando el hombre dejó de percibirse como parte del mundo natural y en cambio trató de dominarlo.

La Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, supone otra transformación radical de la sociedad. De una economía todavía basada desde la época neolítica en la agricultura tradicional, se pasó a otra caracterizada por procesos de producción mecanizados. Este modelo de desarrollo que se originó en Europa fue expandiéndose globalmente hasta nuestros días ocasionando un impacto devastador en el medio ambiente global. Para Paul Crutzen, representa incluso el paso hacia un nueva era geológica, la geología de la humanidad, que bautizó con el nombre de “Antropoceno”.

Este modelo de desarrollo está dando hoy día muestras inequívocas de un severo agotamiento. El viejo homo sapiens parece ya resignadamente consciente y responsable de las consecuencias negativas sobre el conjunto de los organismos vivos, los ecosistemas terrestres y marinos, y el clima global del planeta. Es precisamente el impacto climático, y su preocupante efecto en el calentamiento global, el que acapara la atención mundial. Según el Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio climático (IPCC), la temperatura de la superficie ha aumentado en 0,85°C durante el período 1880-2012. El cambio proyectado en la temperatura promedio en un escenario con emisiones muy altas de gases de efecto invernadero (RCP 8,5), es decir, el actual, estima un aumento de 2,6 a 4,8°C para el período 2081-2100.

El Acuerdo de París, firmado en 2015, compromete a las partes a evitar por todos los medios que la temperatura media mundial alcance los 2°C y a hacer esfuerzos para limitar el aumento a 1,5°C. De momento, el único marco global de acción para alcanzar este objetivo es a través de las contribuciones definidas a nivel nacional. Sin embargo, según el reciente informe especial del IPCC publicado este mes de octubre, el calentamiento es probable que lleve a un aumento de 1,5 °C entre 2030 y 2052 si el mundo sigue el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero. Incluso, si en el mejor de los escenarios posibles, cada parte cumpliera a rajatabla su compromiso nacional de reducción de emisiones, se estima que la temperatura media mundial superaría los 3°C a final de siglo.

Este mismo informe urge tomar medidas drásticas. Lograr el objetivo del Acuerdo de París necesita una transición “sin precedentes” y cambios “rápidos” y de “gran alcance” en la energía, la agricultura, las ciudades, el transporte y la industria, apunta el informe. Si se quiere cumplir la meta del 1,5°C, se necesita una disminución en 2030 del 45% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) respecto al nivel de 2010.

A diferencia de las anteriores transiciones fundamentales, esta revolución necesaria no será guiada por la promesa de un porvenir glorioso, sino por la necesidad imperiosa de evitar la catástrofe. Esta transformación social de dimensiones titánicas no será posible sin un cambio profundo, esencial, en el pensamiento, en la cosmovisión del ser humano. Un cambio trascendental en el plano ontológico, filosófico, incluso metafísico. En palabras del gobernador de California, Jerry Brown, pionero en el cambio climático: “Es casi una transformación cuasi religiosa, que no ha ocurrido pero debe ocurrir”. Deberá ser algo así como volver a los orígenes, del instinto primario de dominación a la sumisión y respeto a las leyes de la naturaleza, a la cruda adaptación a un clima cada vez más hostil e intransigente. Dicho en términos darwinianos, un homo oecologicus en la era del Antropoceno.

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