Dicen que toda crisis o problema representa en realidad una oportunidad de superación; pero, ¿habremos aprendido lo suficiente los seres humanos con esta pandemia que ataca al planeta?
Ante esta amenaza sin precedentes, ya líderes políticos como Trump y Bolsonaro, fieles representantes del capitalismo salvaje, piden a gritos volver a la normalidad, para no afectar la economía. No entienden estos políticos que hablamos de la vida de miles de personas, no de economía o de política, y que en estos momentos de emergencia mundial hay que darle la importancia que merece a la vida humana; por supuesto, sin llegar a destruir la economía. ¿Habremos aprendido que la vida, como uno de los valores fundamentales, debe ser prioritaria en situaciones de crisis y que, por lo tanto, la economía y los negocios no pueden estar por encima del ser humano, su salud y su vida?
Aunque no se ha demostrado aún a ciencia cierta, es probable que la causa del contagio del COVID-19 haya sido el mismo ser humano, al consumir la carne de pangolines, un animal similar a los armadillos, a los que los murciélagos les transmitieron el virus. ¿Quién es el culpable?, ¿el murciélago o el pangolín? No, el humano, por comer carne. Una dieta vegetariana universal hubiera evitado todo este desastre. ¿Habremos comprendido por fin que los animales silvestres son seres sensibles y con derechos, que deben estar libres en los bosques y no presos en zoológicos o siendo vendidos vivos o muertos en mercados que los comercializan?
Ante esta coyuntura tan difícil que enfrentamos, se hace fundamental solidarizarse con los más débiles, los más vulnerables, los que menos tienen, ser más amorosos y sensibles. Si algo importante podemos aprender de esta lucha contra este virus es la necesidad de actuar unidos y solidarios como raza humana, ante las grandes adversidades. ¿Habremos aprendido esta importante lección sobre el valor de la solidaridad, el amor y la justicia social?
¿Habremos aprendido también sobre la valía e importancia de que servicios básicos esenciales, como la salud estén en manos del Estado, con el fin de garantizar universalidad y justicia social? En nuestro país, como nunca antes nos hemos dado cuenta del enorme valor de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) y en general del Estado Social de Derecho. Países como Estados Unidos abogan ahora por desarrollar sistemas públicos de salud como el que nosotros tenemos desde 1941.
¿Habremos aprendido que necesitamos con urgencia establecer una relación diferente entre el ser humano y la naturaleza, para amarla y respetarla, en vez de considerarla solo como un depósito inagotable de recursos para satisfacer las necesidades humanas? ¿Habremos aprendido que no podemos seguir con modelos productivos extractivos e insostenibles, como la explotación petrolera, que tanto daño le hace a la naturaleza con el cambio climático? ¿Habremos aprendido, por fin, que el mejor futuro energético para el planeta está en las energías renovables?
Algunos claman por volver lo antes posible a la normalidad, pero sinceramente no deberíamos volver a una normalidad si esta significa continuar con los viejos, destructivos, egoístas y materialistas patrones productivos y de comportamiento que han imperado hasta ahora. No si esta normalidad implica seguir pisoteando y maltratando a la naturaleza como lo hemos hecho.
No hay duda de que tiempos duros forjan mejores personas y sociedades. Esperemos que haya un antes y un después del COVID-19 y que este sea el surgimiento de un nuevo paradigma de desarrollo, un nuevo ser humano, más consciente, sensible, solidario, holístico y en verdadera armonía con su entorno. Entendamos que se nos está acabando el tiempo. Aprendamos, cambiemos, mejoremos, en lo superficial y en lo profundo. No hay otra opción si queremos sobrevivir.