Opinión

Gobernar con rumbo

Los últimos gobernantes han afirmado que el país pasa por un ciclo de “ingobernabilidad”

Los últimos gobernantes han afirmado que el país pasa por un ciclo de “ingobernabilidad”, lo cual impide lograr importantes objetivos nacionales.

Como estudioso del Estado coincido con ellos y puedo sostener que buena parte de los problemas tienen como fuentes un marco legal enmarañado y un aparato institucional desarticulado. A su vez, la existencia de mandos medios empoderados limitan el accionar de las personas escogidas popularmente.

Varias son las opciones que se han esbozado para intentar salir del “atolladero”.

La propuesta de gobernar por decreto, si bien es un recurso dentro del ordenamiento jurídico, es un instrumento que no puede estar por encima del diálogo político, los acuerdos y consensos. Dictar ordenanzas presidenciales en forma desmedida puede empujar a las instituciones a un colapso.

Debemos, eso sí, al menos optar por simplificar la enorme cantidad de reglamentos.

La ruta de la reforma general de la Constitución debe partir de un acuerdo nacional. Si bien estoy a favor de entrarle a fondo a la Carta Magna -en lo personal debe centrarse en el modelo de Estado- las propuestas que se han dado a conocer son limitadas, con el agravante de que muchos sectores están alejados de la discusión.

Las deficiencias de la legislación no pueden resolverse todas por vía de reformas constitucionales. Tal vez, la mejor opción -a corto plazo- es la simplificación de leyes. En este punto, lo único a lo que podemos aspirar dada la realidad imperante de los partidos es que nombren congresistas con una visión integral de los asuntos de interés nacional.

Para devolver el poder a los jerarcas de las instituciones debemos apostar a la rigurosidad del Plan Nacional de Desarrollo (PND) como eje central de un cambio ordenado.

Por la gravedad de la “ingobernabilidad”, debemos contar con un director de la orquesta con una visión, de gran capacidad de negociación, diálogo y poder de convencimiento para unificar esfuerzos en una dirección .

Problemas de corto plazo

Mi perspectiva es que debemos apuntar a tener –con la misma cantidad de funcionarios- dos grupos distintos de gobierno, pues no es bueno que todos estén haciendo lo mismo. Uno de estos equipos deberá enfocarse en resolver los problemas urgentes de corto plazo y otro que trabaje en los grandes temas país de largo plazo que, a la postre, debe entenderse como el diseño de la Costa Rica a la que aspiramos.

El gobierno se desgasta “bacheando” los problemas inmediatos y dedica poco al diseño y construcción de la súper carretera del futuro. Esto debido a que en un repaso por los programas de gobierno, los planes nacionales de desarrollo y los estudios de opinión la tendencia es atender la cambiante insatisfacción social –a veces acumulada- que se desborda e imposibilita pensar en el mañana.

En mi redescubrimiento del país aprendí que tenemos una amplia cantidad de problemas que atender, que cuatro años no serán nunca suficientes, que vivimos en una Costa Rica cambiante de realidades sociales y de desarrollo urbano o regional disímiles.

Sin abandonar la preocupación por problemas como desempleo, inseguridad ciudadana, movilidad urbana, corrupción o la gran diferencia entre pobreza urbana y rural, entre otros, tenemos el reto de apuntar hacia los 17 objetivos mundiales 2030 para el desarrollo.

Entre ellos están eliminar la pobreza extrema, terminar con el hambre, vida saludable, educación de calidad, igualdad de género, agua potable y saneamiento, energía sostenible, empleo de calidad y sostenible, crecimiento económico, reducir la inequidad, ciudades y comunidades sostenibles, consumo responsable, combatir el cambio climático, conservar los océanos, proteger los ecosistemas terrestres, paz y justicia y alianzas globales para lograr las metas.

Por ello, reitero, es necesario repensar los equipos de Gobierno y su relación con la planificación.

Gobernar

El Gobierno es quien debe dictar la orientación y las instituciones ofrecer las opciones para hacer posible las metas y rumbo propuesto.

No obstante, muchas veces mandos medios de las instituciones dicen que sí, pero hacen otra cosa como si ellos fueran los depositarios de la voluntad popular expresada en las urnas.

Esta es una relación de poder, en donde quien ganó las elecciones tiene la indiscutible prioridad. El Gobierno no puede seguir secuestrado por esos equipos de mandos medios.

Hacerlo realidad dependerá de si tenemos funcionarios públicos con pensamiento renovado y capacitamos en alta gerencia. El nuevo país requiere de funcionarios que echen a la basura la apatía, los “peros” y que su consigna sea el sí se puede.

En materia de la ciudadanía se trata de tener la fe en que sí se pueden hacer las cosas bien, con visión y confianza en nosotros mismos.

Mi reflexión final es que los partidos nos deben dar un plan de gobierno que sea un proyecto que supere la fecha del bicentenario.

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