Opinión

Género y derechos humanos en nuestra universidad

En los últimos meses, hemos conocido numerosos casos de acoso sexual y hemos visto con admiración un movimiento de mujeres valientes

En los últimos meses, hemos conocido numerosos casos de acoso sexual y hemos visto con admiración un movimiento de mujeres valientes que dieron un paso al frente para denunciar y colocar esta problemática en el centro de la discusión nacional y universitaria.

Creemos que es nuestro deber apoyar el cambio y liderar las acciones para revertir una cultura de silencios, omisiones y complicidades. Eso es clave para transformar la forma en que funcionan nuestros espacios académicos. La Universidad debe asegurar que todas las personas desarrollen su potencial y lo hagan libres de necesidades, miedo, discriminación o presiones de cualquier índole. La perspectiva de Derechos Humanos y la búsqueda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible son guías primordiales para las actividades universitarias y, en particular, para su vinculación con la sociedad costarricense.

Debemos reflexionar sobre el aporte que hacemos en la generación de espacios para estudiar y trabajar sin acoso, sin violencia y en igualdad de condiciones. Parece fácil, pero no lo es. Erradicar la violencia de género, la discriminación y el acoso debe ser una prioridad, debemos tener escucha y apertura para tomar decisiones y trabajar para responder adecuadamente. Esto implica que, aunque hay algún camino recorrido, no podemos seguir por la ruta planteada: la pausa y el llamado de atención es necesario.

Queremos sintetizar algunas ideas que hemos logrado recoger de nuestras conversaciones con estudiantes, docentes y personal administrativo: Debemos trabajar en conseguir infraestructura inclusiva para estudiar y trabajar. Las personas necesitan igualdad de condiciones y un espacio seguro, por ello debemos fortalecer la prevención del delito y las políticas de seguridad ciudadana en todas las sedes universitarias. Mejorar dichas condiciones también implica fortalecer las políticas de respeto a la diversidad sexual, religiosa, identitaria, cultural y de saberes en nuestra universidad.

Otro tema prioritario es la consideración por las necesidades que tienen las estudiantes y compañeras docentes y administrativas en período de lactancia y maternidad. La UCR ha dado pasos iniciales con salas de lactancia y de cuido, pero debemos aspirar a tener un mayor alcance de los programas en todas las sedes y recintos; así como introducir nuevas propuestas para que sus obligaciones privadas no afecten sus trayectorias académicas. La maternidad y el cuido no deben generar desigualdad en el acceso a la educación superior, a puestos de liderazgo y o la investigación. Se debe, por lo tanto, promover políticas de discriminación positiva que tomen en cuenta esos años de cuido al momento de evaluar el desempeño o sean tomadas en cuenta en los concursos de antecedentes. Todo esto con el objetivo de reducir la enorme brecha que existe entre hombres y mujeres, especialmente en puestos de propiedad y dirección.

Asimismo, se debe trabajar con profesoras y profesores para que comprendan la importancia de adaptar las demandas académicas (incluyendo giras) a las necesidades de cuido y lactancia que tienen las estudiantes con hijos en edad de lactancia. En esa misma línea del cambio cultural que debe operar en el personal docente, creemos que se deben reforzar las prácticas pedagógicas que generen espacio de libertad y respeto para que se elimine toda forma de autoritarismo y violencia en las aulas.

Esa aspiración debe ir acompañada con un currículo más inclusivo; por ejemplo, con la visibilización del trabajo de las mujeres en cada área del conocimiento y en todos los cursos. También es importante que desde las unidades académicas y la Vicerrectoría de Docencia se promueva una política de reservas de plazas y concursos de antecedentes con visiones de Universidad inclusiva y con igualdad de género. La paridad y el desarrollo académico igualitario debe ser una aspiración en nuestras asambleas de escuelas, facultades y sedes.

Valoramos los programas institucionales que ya existen pero debemos reconocer que como Universidad nos queda mucho por hacer hasta convertirnos en un espacio seguro. Algunos aspectos para avanzar en esa línea son: 1) tener un diagnóstico claro del problema del acoso y no esperar de manera reactiva a que sean los medios de comunicación los que denuncien lo que en las facultades y recintos son “secretos a voces”. 2) Fortalecer las acciones existentes para posicionar el tema de manera generalizada. 3) Mejorar la coordinación con las decanaturas para lograr una estrategia de capacitación más homogénea, que incluya tanto a docentes como personal administrativo. 4) Revisar las políticas universitarias contra el acoso laboral y hostigamiento sexual (comisiones, reglamentos, procesos de denuncia y procesamiento de casos de acoso laboral y hostigamiento sexual) para asegurar justicia pronta y cumplida para todas las víctimas. 5) Garantizar condiciones para ejercer la denuncia, entre ellas la capacitación y el acompañamiento a estudiantes. 6) Habilitar una oficina itinerante en las distintas sedes y recintos para atender consultas, orientar y recibir denuncias sobre hostigamiento sexual, acoso y cualquier práctica violenta en las aulas. 7) Implementar una política de cero tolerancia a las manifestaciones de acoso y violencia debidamente comprobadas.

Creemos que es momento de avanzar en esa aspiración de lograr una universidad segura, libre de violencia y acoso, que permita a estudiantes, administrativas y académicas desarrollar su potencial y capacidades humanas de forma plena. Estas propuestas requieren cambios culturales y sobre todo normativos, pero nuestro compromiso para impulsarlos es inquebrantable, es una deuda cuya atención no podemos seguir posponiendo.

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