Opinión

Gasto del gobierno y parasitismo social

Este tema es muy sencillo, más fácil que quebrar una pulpería. Los economistas desean que no entendamos pero, entre los ciudadanos comunes

Este tema es muy sencillo, más fácil que quebrar una pulpería. Los economistas desean que no entendamos pero, entre los ciudadanos comunes, es más común que los políticos posean la mayor de las dificultades para entenderlo, por lo que mienten cuando dicen comprenderlo. El gobierno se financia con impuestos, lo cual significa que impone un cobro por el producto de los esfuerzos productivos. Si no está conforme con la dinámica de la economía y la tasa de impuesto, querrá aumentar esta última. Si no puede hacerlo, recurre al ahorro privado, parte del esfuerzo productivo. Pero puede recurrir al ahorro público resultado de malas gestiones institucionales o propósitos planeados y presupuestados. Un ejemplo es la banca pública, donde los ahorros privados y públicos están amenazados por la voracidad del gobierno depredador. Puede también endeudarnos en el exterior por la vía de bonos o créditos, con lo cual le deberíamos al extranjero sus ahorros e intereses.

Estaríamos tentados a decir que estamos jodidos. El gobierno gasta los impuestos en bienes y servicios que requiere para operar día a día, aunque los resultados sean muy magros. Si esos gastos crecen por inercia y no por necesidad, se comen los impuestos y con ello carcomen la economía. Eso depende del ejército burocrático y de su calidad. Si además ese ejército tiene salarios que crecen mientras su contribución a la productividad nacional es nula o depredadora, más impuestos querrá el gobierno. Hasta aquí, es una desgracia pagar impuestos, puesto que además de todo ello, eleva la velocidad del dinero mientras deprime el crecimiento del producto y aumenta los precios de casi cualquier producto.

Pero el gobierno que se encanta en repartir lo ajeno mientras pregona distribuir la riqueza, pretende que la pobreza sea culpa de quienes tienen una vida ordenada y productiva. Muchos pobres ven en la pobreza un negocio, puesto que reciben vivienda, educación, salud, alimentación, entretenimiento y toda clase de ventajas que a las personas honestas y trabajadoras se les impiden o se les quita. Tras de eso, la pobreza se multiplica porque su estado de parasitismo social les permite practicar la reproducción sexual, mientras quienes pagan impuestos se quiebran la espalda o se sudan su frente ejerciendo la reproducción ampliada de la riqueza para mantenerlos. Entre esos pobres se encuentra buena parte del ejército burocrático que disfruta del aumento de tarifas de servicios para satisfacer, ya no derechos, sino vulgares privilegios. Esos aumentos son nuevas formas de impuestos empobrecedores del conjunto social, puesto que elevan precios mientras el salario de la gente honesta y trabajadora es el justo cuando supera la ocurrencia social del salario mínimo.

Si el gobierno usa los ahorros, más jodidos quedamos, puesto que no solo la inversión se deprime sino la calidad de vida de quienes ahorran parte de su esfuerzo productivo. Si el ahorro está en la banca pública más fácil empobrecernos; si lo toma el gobierno, menos podemos satisfacer necesidades como vivienda, dispersión, educación, salud, etc., puesto que la tasa de interés se mantiene alta o crece, todo ello con el soporte de la política monetaria. Lo dicho imprime un único significado; el déficit del gobierno no solo es un déficit de magín de quienes lo ejercen, sino un déficit en la satisfacción de necesidades privadas y sociales del ciudadano honesto y trabajador. Es la causa de un superávit de parásitos sociales que se hacen llamar pobres y de un ejército burocrático público que engordan sus caprichos mientras nos obligan a adoptar sus alumbramientos para que los mantengamos.

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