Opinión

El futuro del PIAM

En el año 1983, el Dr. Alfonso Trejos Willis, catedrático e investigador de la Facultad de Microbiología de la Universidad de Costa Rica

En el año 1983, el Dr. Alfonso Trejos Willis, catedrático e investigador de la Facultad de Microbiología de la Universidad de Costa Rica, le propuso al Consejo Universitario incursionar en la atención de la población adulta mayor. La visión  del Dr. Trejos abría nuevos horizontes a la Institución  y específicamente a la Vicerrectoría de Acción Social. El punto de partida estaba en el estatuto orgánico y en los diferentes congresos universitarios que subrayan como fundamental el vínculo universidad-sociedad.  Era importante “ofrecer espacios sociales a las personas de 50 años y más, en los que pudieran ocupar su tiempo libre en una forma creativa y que a la vez les permitiera satisfacer expectativas personales en el campo social e intelectual”.

A partir de 1986, se aprueba la apertura de cursos académicos que favorecían el intercambio generacional a través de la transferencia de experiencias acumuladas. Se abrieron las aulas a las personas adultas mayores primero en los cursos regulares, y después en cursos específicos. Costa Rica se convierte así en pionera de la promoción de cultura, creatividad e innovación frente a otras universidades en Latinoamérica y Europa que abrieron sus puertas a esta población años más tarde, como el caso de Chile, Argentina, México y España.

El Programa Institucional para la persona adulta y adulta mayor, se ha fortalecido desde entonces, multiplicando su matrícula y la presencia de la Universidad de Costa Rica en las diferentes comunidades. Por eso no es casualidad que la institución logre cifras importantes de evaluación a nivel nacional, pues además de su trayectoria en el campo de la docencia, de la investigación y de la acción social, se suma la presencia de cientos de personas adultas detrás de las cuales hay una familia, un barrio, un caserío.

En este 2017 se cumplen 31 años de un programa que ha incidido en mejorar la calidad de vida de los habitantes del país, subrayando en este ámbito un liderazgo indiscutible de la Universidad de Costa Rica, y ocupando el segundo lugar a nivel latinoamericano, al propiciar calidad de vida por medio de actividades formativas, intelectuales, culturales, artísticas y recreativas para enfrentar los retos y desafíos de la vejez.

Sin embargo, este programa ha venido arrastrando una serie de dificultades que podrían afectar su futuro. La limitación de espacios para impartir los cursos ha tenido consecuencias en la preparación y organización de los mismos. En el mes de octubre, tras la caída y eliminación del rancho ubicado en las Instalaciones Deportivas de la institución, más de mil estudiantes se vieron afectados en cuanto a recibir los cursos de movimiento humano, además de la incertidumbre aún no aclarada por las autoridades universitarias sobre el futuro de este espacio y el lugar en que se continuarán las actividades para los estudiantes mayores.

Este Programa le da sentido integral a la Universidad, al intervenir en áreas de acción social, investigación y extensión docente, con un claro vínculo con unidades que se ubican en el campo de la salud, de la gerontología, de trabajo social, de las ciencias del movimiento humano, de la educación, lo cual permitiría incidir en el fortalecimiento de programas sociales en el país mediante la formulación de políticas públicas.   No olvidemos la concepción novedosa de Jacques Delors sobre el principio de la educación permanente, reforzado por la Unesco al concebir “la educación a lo largo de la  vida”. Ante un mundo que acelera los cambios  en cuanto a tecnología y conocimiento, es preciso renovarse y actualizarse. La educación es un derecho sin fronteras a lo largo de la vida. Ya se afirmaba en una universidad española que “la imagen del adulto mayor no es la de una persona con bastón, sino la de un alumno en un aula de la universidad”, pues ciertamente nos jubilamos de nuestro trabajo, “pero no de la vida”.

Debemos sensibilizar a las nuevas generaciones en el tema del envejecimiento. Debemos aprovechar en el ámbito de la educación superior, las múltiples semillas que nos da esta población para profundizar la investigación y la acción social.

Finalmente, después de 31 años de existencia, el Piam ha ido más allá de los límites de un programa institucional, merece por mérito propio el convertirse en Centro de Acción Social, será la mejor manera de celebrar en este fin de año, el mes de octubre que ha sido declarado el “mes del adulto mayor”. ¡Tienen la palabra las autoridades universitarias!

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