Opinión

Francisco y Cirilo

Después del repliegue histórico del “socialismo real” a finales del siglo XX en Europa, hemos sido testigos de acontecimientos novedosos

Después del repliegue histórico del “socialismo real” a finales del siglo XX en Europa, hemos sido testigos de acontecimientos novedosos que gradualmente reconfiguran el panorama político y socioeconómico mundial y deparan algunas sorpresas; por ejemplo, la beligerancia política del imperialismo global en movimientos populares que han buscado la democracia en abstracto, es decir, sin un rumbo ideológico cierto (“revoluciones de colores” en Europa Oriental y “primaveras árabes”), lo cual beneficia a los paladines de la democracia burguesa en concreto (las transnacionales del mercado) y deja a las masas desposeídas en espera de un futuro mejor; tanto que, cansadas de esperar y sufrir calamidades, se han lanzado a la aventura migratoria en éxodo desesperado hacia las tierras de sus verdugos.

Al otro lado del Atlántico, la búsqueda de la identidad política y socioeconómica (liberación) del subcontinente latinindio, mediante la implementación del “socialismo mestizo del siglo XXI”, ha encendido las alarmas de los enemigos –internos y externos- de la justicia y la paz social, cuyo empeño por revertir el nuevo orden agita las aguas de la lucha de clases en casi todos los países del Cono Sur (algunos réditos políticos han logrado en Argentina y Venezuela, mientras en Brasil la derecha declara la guerra a la institucionalidad).

El surgimiento de una nueva globalidad política y económica multipolar impulsada por el grupo de potencias emergentes –los Brics-, ha herido el corazón de la hegemonía yanqui y de sus cipayos europeos, obligándoles a desempolvar la maquinaria perversa de la “guerra fría”.

La capitulación de Goliat ante David en las relaciones cubano-norteamericanas, el proceso de paz de Colombia en La Habana y el encuentro del “milenio” entre los pesos pesados del cristianismo –en la misma ciudad-, el Papa Francisco y el Patriarca Cirilo de Moscú y toda Rusia (Kirill, por su fonología rusa) que, después de 15 siglos de divorcio e intolerancia religiosa –aneja a su esencia secular-, se han dado un abrazo fraterno, son hechos que representan una luz de esperanza e invitan a redoblar esfuerzos en la forja de un mundo potable para la vida y la felicidad.

Ante un mundo a punto de volar en estallido social, ambiental y radiactivo, la puerta de América, socialista y más atea que cristiana, parece estar llamada al concierto de la fe, donde el diálogo interreligioso ha encontrado su nicho de armonía y paz, para que un día, y para siempre, las religiones de Jerusalén superen su lastre histórico de odio y engaño, y se ocupen de su razón de ser: predicar el bien a través del amor.

Enhorabuena, Francisco y Cirilo estrechan lazos más allá de la necesidad eclesiástica de volver a sus orígenes fundacionales; su móvil patriarcal responde al clamor planetario de conseguir la paz y rescatar la casa común –así ha quedado explícito en la encíclica “Laudato Si” del hermano Francisco-, pues luego de la Tierra, no tenemos a dónde ir.

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