Opinión

Foucault y el Método Paranoico-Crítico

Yo estoy casi seguro que un pensador que se respete, posiblemente, se desentienda de las noticias de la farándula, no obstante, a mí me suelen gustar

Yo estoy casi seguro que un pensador que se respete, posiblemente, se desentienda de las noticias de la farándula, no obstante, a mí me suelen gustar.

Hace unos años apareció una noticia sobre Amanda Bynes. Amanda Bynes fue una exitosísima actriz cuando niña y adolescente. Pero al abandonar su adolescencia, empezó a mostrar unas conductas excéntricas que bordeaban lo que se conoce como “normalidad”.

Pues bien, el domingo 12 de octubre del 2014, el periódico La Nación informa que dicha actriz reveló, por internet, que de niña había sido abusada física y sexualmente por su padre. Ante las refutaciones de su madre y su padre desde luego, posteriormente, ella se retractó indicando que lo que había dicho no era cierto, que lo que dijo era debido al microchip que su padre le colocó en el cerebro.

Alguna conexión neuronal se produjo en mi cerebro en ese instante ya que me llevó a asociar a Bynes con Foucault.

Esta suerte de paranoia, de que alguien nos habla y piensa por mí, ¿no será lo mismo que nos plantea Foucault cuando argumenta que son los discursos los que piensan y hablan por nosotros?

Porque, a pesar de que estoy seguro de que los pensadores racionalistas no me va a seguir en esto, el mundo es en realidad una “masa coherente de sensaciones” tal como lo plantea Ernst Mach, es decir, las sensaciones gobiernan el conocimiento (Mach postula que todas las leyes y principios de la ciencia se basan exclusivamente en la experiencia, que para él significa un conjunto de sensaciones. Los conceptos cartesianos a priori no existen, los imperativos categóricos kantianos son entidades ficticias. Lo que pedía era la eliminación definitiva de cualquier remanente metafísico y el apego fiel a las circunstancias empíricas actuales).

Fíjense bien. Un rayo de luz choca de improvisto con un “algo” (digámoslo así, aunque en realidad no sea un algo), por lo que se desvía justo en dirección a nuestros ojos. Al entrar a la retina, energiza un electrón que se dispara hacia el cerebro, al campo de acción de una neurona (de la misma forma que una presa que cae en una telaraña produce una vibración que es detectada por la araña). La neurona, que posee una gran cantidad de contactos, hace una transmisión eléctrica en dirección a una parte específica del cerebro, y ahí, en ese instante, surge la respuesta: “Un árbol”. Porque como sabemos, es el cerebro quien mira. Que ese “algo” sea un árbol es absolutamente falso (unos 700 años antes aquí en estas tierras de América, cuando no lo era, alguien lo identificaría con otra cosa diferente, alguien más quizá lo vería como una extensión de él mismo, etc.).

Quizá Foucault estuvo determinado por una sola sensación: una fantasía paranoica, que consiste en pensar, al igual que Bynes, que alguien externo nos hace pensar, hablar. Aquí de lo que se trata es de percatarse que Foucault se sumergió, tanto en su propia interioridad, que el legado que transmitió fue su misma intimidad, sus características singulares.

Es por seguro que Foucault se haya topado con Salvador Dalí y específicamente con lo que este denominó  Método Paranoico-Crítico:

“La paranoia es mi misma persona, pero dominada y exaltada a la vez por mi consciencia de ser. Mi genio reside en esta doble realidad de mi personalidad; este maridaje al más alto nivel de la inteligencia crítica y de su contrario irracional y dinámico. Según la opinión más corriente, el término paranoia se relaciona con el fenómeno del delirio, que se traduce por una serie de asociaciones interpretativas y sistemáticas. Mi método consiste en explicar de forma espontánea el conocimiento irracional que nace de las asociaciones delirantes, dando una interpretación crítica del fenómeno. Sobre el plano surrealista, la actividad paranoico-crítica se traduce por la creación del  azar objetivo (la confluencia inesperada entre lo que el individuo desea y lo que el mundo le ofrece), que recrea el mundo, y entonces el delirio se transforma verdaderamente en realidad”. (1)

“Recientemente, por un método claramente paranoico, he obtenido una imagen de mujer cuya postura, sombra y morfología, sin alterar en lo más mínimo su aspecto real, son a la vez las de un caballo. […] Enseguida se plantea la duda mental de saber si las mismas imágenes de la realidad son meramente el producto de nuestra facultad paranoica”. (2)

Durmiente, caballo, león invisible (1930)

Si ese pretencioso de Foucault hacia filosofía con Las Meninas de Diego Velázquez, por qué yo no podría hacerlo con la música de Marta Sanchez (esa rubia cantante española). Uno de sus primeros éxitos después de separarse del grupo Olé Olé (Dime la Verdad), nos dice:

“Me pregunto mil veces,

¿Quién gobierna mi vida?,

¿Quién dirige mi mente?,

¿Junto a la de los demás?

Que poderes en la sombra,

Juegan con mi voluntad.

Dime la verdad, dime su secreto.

Somos unas marionetas,

otros mueven los hilos.

No sabemos cómo son.

Utilizan las palabras

Solo para confundir”.

Y es que todos sabemos que Foucault consumía con cierta frecuencia LSD.

El químico suizo Albert Hofmann sintetizó por primera vez LSD el 16 de Noviembre de 1938 en los laboratorios Sandoz de Basilea. (3)

Hofmann accidentalmente absorbió por la piel el compuesto mientras lo sintetizaba y narra que cayó en un estado similar al ensueño, con los ojos cerrados contemplaba series ininterrumpidas de imágenes fantásticas, formas extraordinarias con patrones de colores intensos, caleidoscópicos.

Posteriormente, ingirió a propósito el compuesto y tras pasar varias horas aterrorizado, convencido de que un demonio había poseído su cuerpo, de que su vecina era una bruja y de que el mobiliario de su casa le amenazaba, el doctor Hofmann pensó que había enloquecido por completo.

La Filosofía no es ya ese saber que busca una “verdad”. Desprestigiada esta, ocultando su falsa mascara en escondrijos inconfesables, lo que hacemos hoy con ese saber es devolverlo a su origen, a su fundación, cuando no fue más que la resulta de la situación política y social que se generó en aquel pueblo que luego se le denomino griego.

“Me parece que se acerca el momento en que, por un método de carácter paranoico y activo del pensamiento, será posible (simultáneamente al automatismo y otros estados pasivos) sistematizar la confusión y aportar una contribución al descrédito total del mundo de la realidad. […] Los nuevos simulacros que el pensamiento paranoico puede de súbito suscitar no sólo tendrán su origen en el inconsciente, sino que también la fuerza del poder paranoico será puesta al servicio de éste. […] La paranoia utiliza el mundo exterior para poner de relieve la idea obsesiva, con la inquietante particularidad de hacer valer la realidad de dicha idea ante los demás”. (4)

NOTAS:

  • Dalí. Confesiones inconfesables, 1973, referido por Antonio Tausiet.
  • Dalí, Posición moral del surrealismo, 1930, referido por Antonio Tausiet.
  • LSD.
  • Dalí, El burro podrido, 1930, referido por Antonio Tausiet.

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