Opinión

¿Cómo fortalecer la democracia universitaria?

La democracia universitaria gana cuando tiene minorías en las elecciones políticas internas

La democracia universitaria gana cuando tiene minorías en las elecciones políticas internas, pues estas representan propuestas alternativas al poder, representan la pluralidad y también el derecho a disentir que caracteriza nuestra libertad.

Desafortunadamente, hay quienes más bien celebran lo contrario. Justifican la perpetuidad en el poder como la mejor opción política; y se ofuscan cuando otros quieren aspirar políticamente a los mismos puestos. Entonces, lo que debió haber sido un debate de ideas a profundidad se convierte en una guerra de ataques personales y chismes, eso sí subterráneos, para que la persona atacada no pueda defenderse. Esta posición pareciera incluso aspirar a que en la Universidad existiera homogeneidad en el comportamiento, y un pensamiento único. Por eso es que, muchas veces, las campañas políticas dentro de la Universidad no significan ningún reto intelectual ni mejoran el quehacer académico, porque las herramientas utilizadas no son las armas del pensamiento crítico ni la argumentación. Para fortalecer la democracia universitaria no solo basta participar, perder o ganar sino ser cuidadoso en los mecanismos que se usan para hacer las campañas políticas. Si las herramientas que usan para ganar no son las del debate intelectual sino las del clientelismo o la maledicencia, poco mérito hay en ese triunfo y mucho desprestigio para la política universitaria.

En la academia debería exaltarse el espíritu científico, es decir, el análisis con base en datos, pruebas, la crítica fundamentada y no los personalismos. Para esto hay que re-semantizar algunas palabras dentro de la academia como la palabra “tolerancia” que no es sinónimo de “consenso”. La tolerancia significa el respeto a quienes no piensan como uno pero ese respeto implica primero la libertad para expresar, argumentar y discutir intelectualmente. Hay quienes satanizan la discusión, el cuestionamiento y el debate de ideas como si fuera sinónimo de conflicto. Esta actitud le hace daño a la democracia universitaria, que se funda justamente en la defensa de lo racional y en la capacidad de la argumentación.

La UCR como universidad latinoamericana tiene una especificidad diferente a las europeas y anglosajonas desde sus bases de la Reforma de Córdoba de 1918, bases que implicaron compromiso con la sociedad (en forma incluso de activismo político), democratización y análisis constante de los problemas nacionales y mundiales. Las universidades modernas latinoamericanas como la UCR no fueron concebidas como claustros universitarios. Sin embargo, aún hoy, en pleno siglo XXI, hay quienes imaginan y quisieran que la UCR fuera un claustro universitario, un espacio donde los profesores pasan su tiempo exclusivamente en el estudio “silencioso” de los textos o en clases magistrales frente a pupilos obedientes o aislados en laboratorios. Este es un imaginario bastante monacal que no calza con los principios de nuestro Estatuto Orgánico.

Más bien, en el ejercicio de la política universitaria, deberíamos mostrar lo mejor de nuestro pensamiento crítico y debatir, con pasión por el conocimiento, los temas importantes para nuestra Universidad. Esta es la mejor manera de fortalecer la democracia que nos ocupa.

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