Es cierto: la Universidad de Costa Rica enfrenta presiones y restricciones presupuestarias (ciertamente no es la única institución pública en esa situación y no es muy claro el grado y tipo de restricción al que hoy se enfrenta). Otra cosa es cierta: con una buena dosis de creatividad, mentalidad y una voluntad genuinamente amplia, se puede alcanzar la excelencia que la Universidad de Costa Rica merece y requiere.
En una reciente reunión fueron convocados los directores y directoras de los programas de posgrado, para conocer acerca de una resolución de la Vicerrectoría de Docencia sobre el tiempo asignado a dichas labores y para saber que, por los efectos negativos que hasta ahora se ventilan en el Sistema de Estudios de posgrado (SEP), dicha resolución será retrotraída durante el primer semestre del presente año, con el objetivo de que cada uno pueda acomodarse a la nueva realidad presupuestaria. Por añadidura, en esta reunión se tornó evidente que: 1) existe consenso respecto de la importancia de los estudios de posgrado y que la Universidad de Costa Rica, quizás inercialmente, cada vez se parece más a una gran escuela de pregrado (College); 2) que un cambio en la asignación de horas para la dirección de los programas y planes de estudio de posgrado es suficiente para generar preocupaciones profundas sobre el SEP, además de las contradicciones de las políticas universitarias y su funcionamiento (por ejemplo, que aquel que quisiera hacer carrera académica en la Universidad requiera de al menos un título de Maestría -cosa buena-, pero las posibilidades de estudios de posgrado no abundan y están normalmente desconectadas de las carreras base, sin mencionar que la fuerza presupuestaria, normativa y de estructura organizacional reside de forma desproporcionada en el grado); 3) que en el SEP se está discutiendo en estos momentos la cuestión existencial del sistema y su próxima etapa evolutiva.
Suele suceder que uno se preocupa de lo inmediato, en este caso, las horas asignadas a dirección de Posgrado, por lo que dejamos de ver lo más urgente y fundamental. Con esto en mente intento decir que la estrechez del presupuesto y su afectación inmediata no obsta para pensar nuevos estadíos en la institucionalidad universitaria -más aún-, se trata de una oportunidad para cambiar mediante la creatividad y disposición de la voluntad. De esta manera los puntos 3 y 1 son urgentes, así como el 2 es una de sus tantas expresiones. Pensemos entonces en una respuesta a la cuestión 3 con la mirada puesta en 1.
Tenemos solamente dos vías positivas. La primera consiste en reacomodar esfuerzos, recursos e institucionalidad hacia el emparejamiento del SEP con los sistemas de pregrado. La idea es contar con una distribución proporcionalmente justa y finamente coordinada entre ambos sistemas, lo cual se logra solamente a través de una transferencia considerable del sistema base hacia el sistema superior. Esta vía es problemática porque, dadas las restricciones actuales y previsibles, no estaríamos en un juego gana-gana. Es poco plausible incrementar los recursos al SEP, al punto que se merece y resulta necesario, y mantener al mismo tiempo las condiciones del pregrado. Es muy probable que se debilite el sistema base y tal cosa no es deseable ni recomendable. Las dos propuestas que ahora se ventilan en el SEP, la de convertir el sistema en una nueva Vicerrectoría o al menos una unidad académica, expresan esa primera vía.
Pero existe una segunda vía, que consiste en el movimiento opuesto. Se trata de un proceso fino, bien pensado y comunicado, de desmontaje del Sistema de estudios de Posgrado. Desmontar significa, entre otras cosas, devolver los programas de posgrado a sus unidades naturales, acomodar aquellas que no cuentan con ese vínculo en un esquema de relativa autogestión, reproducir esquemas asociativos solidarios para fortalecer aquellos programas de menor generación de recursos con otros cuyo posicionamiento de mercado es mayor, eliminar las duplicidades en la administración, reforzar mecanismos de distribución justa de los recursos provenientes de la Vicerrectoría de Docencia al interior de todos los programas de estudio, etc.
Desafortunadamente esta propuesta no parece estar sobre la mesa en las discusiones actuales en el interior del SEP. Es mi esperanza que tal posibilidad sea colocada y valorada, además de que el proceso sea deliberativo, efectivo e inteligentemente democratizado. Pienso que la estrechez de recursos en esta segunda vía no sería un problema; por el contrario, sería una forma inteligente y creativa de hermanar recursos disponibles con el crecimiento en la excelencia y la productividad de la Universidad de Costa Rica.