Lo que nos demuestra la complejidad de todo este proceso de pandemia es interesante. Por un lado, se dice que la crisis actual se acelera con el COVID-19; y por otro lado está claro que el coronavirus pone en jaque a toda la economía de mercado desregulado (mundial, nacional) y brotan una serie de efectos en la economía globalizada. A continuación un análisis de la situación.
A- se interrumpen las cadenas y ciclos de suministro, lo cual provoca la decadencia de la economía global, y se cae en una profunda recesión mundial en la que todas las previsiones de crecimiento de las economías nacionales están golpeadas, por esa cadena de dependencia exterior. Por su parte, el área agropecuaria nacional se está debilitando. Un ejemplo es que es muy vulnerable el sector servicios, como el turismo e importaciones de alimentos y otros.
B- la crisis financiera genera dificultades para las empresas e instituciones privadas o estatales. El mundo se llenó de incertidumbres, el COVID-19 solo lo acrecienta pero no es su causa. Esta economía enferma, y como modelo agrava su capacidad de gestionar factores de riesgo; por ejemplo: el deterioro de todos sus indicadores como el precio de petróleo, índices bursátiles, tipos de cambio, riesgo país, empobrecimiento acelerado, hunde a millones de familias en tremendas dificultades (deudas, desempleo, exclusión) y otros. Aquí, el timo del virus cubre muy bien la recesión en depresión, pero es obvio que la culpa es del sistema.
C- con el COVID-19 se evidencia la disminución de la contaminación en general, al enfrentar la “crisis climática” hay menos impacto humano y del mercado (producción y consumo), lo que permite a los ciclos naturales regenerarse.
D- en el sistema alimentario se manifiesta que la agroindustria es parte del problema con sus comidas chatarra y procesadas, pues pone en peligro la salud humana, degrada el sistema inmunológico y estimula la aparición de agentes patógenos peligrosos. Mientras que la agricultura nacional que abastece nuestras necesidades es desmontada descaradamente.
E- está claro que el sistema de salud privatizada no contribuye a la solución, más bien es parte del problema. ¿Acaso ante la crisis han visto a una clínica u hospital privado ayudando al servicio de salud? Primero pasa el camello por el ojal de una aguja. Pero sí reciben subsidios, no pagan impuestos realmente, en detrimento de la sociedad. Los únicos que se benefician son las empresas farmacéuticas; la solución no vendrá de la empresa privada, ni con respecto a la salud (caso de la pandemia), ni financieramente (contribución social). El Sistema fracasó, ya que como señala Lubetzky A. (Alainet, 25/03/2020): “Esta crisis sanitaria global solo recrudecerá las desigualdades, haciendo más amplia la línea que divide a poseedores y desposeídos”.
F- la pandemia enseña que es necesario un nuevo “contrato” social, económico y ecológico, donde la salud y derechos básicos humanos a la vida (alimentos, educación y otros) estén al servicio de la economía local y no al revés. Como explica la revista estadounidense Foreign Policy: “la pandemia cambiará el mundo para siempre, detendrá la globalización, provocará el ocaso de USA, aumentará ideas nacionalistas y creará un sistema económico mundial más sostenible”. Mientras, USA continúa lentamente aislándose del escenario mundial, de manera torpe e irresponsablemente, fallando así en su débil liderazgo.
G- el sistema de “libre comercio” está obsoleto, por su impacto ambiental (degradación climática) y social. Aquí es donde el coronavirus nos obliga replantear todo: matriz energética, financiera, salud y otros. Se trata de aprender socioeconómica y políticamente, pues como señala el economista francés Henri Sterdyniak, “la crisis pone en tela de juicio los principios del libre comercio”, que refleja bien la vulnerabilidad del sistema global; se evidencia que el “libre comercio”, al cortarse la cadena por alguna razón (guerras, pandemias, sanciones, bloqueos), crea dificultades y vulnerabilidad a cualquier país (algunos se verán como Estados fallidos).
Así que, se acabó la globalización desregulada, es necesario volver a una “economía hacia adentro” y entrar en un proceso de producción interna o desarrollo, que primero cubra las necesidades internas —pues el golpe sería menos dañino— que permita elevar el nivel o estándar de vida, que elimine la pobreza y regule la concentración de riqueza irracional, que sancione a los degradadores del ambiente. Bien señala Y.Gambetti (Ecoportal, 19-3-20): “La enfermedad más peligrosa no es un virus, es el sistema productivo extractivista y contaminante. La solución no viene solo de la mano de la Ciencia, ni la prevención se logra con cuarentenas. La cura está en un cambio radical del paradigma productivo y alimentario”.
H- la pandemia ofrece una gran oportunidad para replantear nuestro desarrollo; refleja la necesidad de un cambio sistémico en el desarrollo. Esto exige reducir la dependencia y fortalecer la soberanía, sobre las cadenas de valor estratégicas e intereses del exterior neocoloniales, regulando los intereses de élites endocoloniales. Así que, para protegerse de los efectos negativos de la globalización será necesario un nuevo modelo hacia adentro, no autárquico, pero donde lo exterior sea complementario. Este modelo debe ser sustentable, debe proteger a todos de una crisis grave, económica, ecológica, alimenticia o sanitaria, mientras se eleva la calidad de vida interna. Todo país debe replantear su estrategia, centrada en la demanda interna, como la economía circular. La OMS recomienda medidas que eviten maximizar el comercio y la economía hacia afuera; así se evitará que cualquier pandemia (coronavirus, hantavirus, ébola y otras) se extienda por el planeta. Pero con estos gobiernos (y partidos) neoliberales, satélites de intereses corporativos externos e internos, están en detrimento de nuestras necesidades; nunca se logrará.
I- a lo interno país, las medidas del Gobierno, para paliar la crisis general del COVID-19, solo beneficia a un sector (empresarial, financiero, “jerarcas” y otros, con subsidios o bajas de impuestos), mientras pretende un impuesto “solidario” a los asalariados, congela o rebaja salarios y cierra entidades agravando la crisis (UNIVERSIDAD, 24-3-20), eso sin suspender los impuestos de IVA y renta por el tiempo de crisis. No exige una suspensión inmediata o moratoria a la deuda externa, no rebaja intereses reales a las tarjetas de crédito, no regula los alimentos y la salud; así, golpea e ignora a la población más vulnerable, mientras protege al gran capital interno y externo. Su lema es: “no es por vos, es por la élite de CR”. Sobresale lo dicho por C.Askolovich: “Nos gobiernan los imbéciles”, con intereses espurios, donde los políticos y empresarios ignoran los enfoques científicos y necesidades sociales, ambientales y muchas otras.