Soy de la provincia de Cartago, del cantón de Oreamuno, y formo parte de EcoCipreses, un pequeño grupo de vecinos que defendemos el agua potable, la cual está siendo contaminada por agroquímicos.
La lucha por defender la vida implica pensar en el futuro y no estancarnos en lo que está sucediendo. Es una lucha por nuestros lugares, especialmente por las nacientes que nos proporcionan el agua que consumimos cada día para sobrevivir.
Hace aproximadamente seis meses, el presidente de la República, junto con su parlamento, inauguró una planta de jugos y vegetales, a pesar de saber que el agua de la comunidad con la que se prepararían esos productos está contaminada. Este 12 de octubre cumplimos dos años recibiendo agua por cisterna todos los días, ya que no podemos ni siquiera bañarnos con el agua que llega a nuestros grifos. El AyA recibe nuestras denuncias, pero están engavetadas porque no saben, no dan respuestas y no conocen la situación.
Cuando la Sala Constitucional emitió un fallo a favor de prohibir el clorotalonil, uno de los fungicidas que contamina nuestras nacientes, el ministro de Agricultura y el presidente de la República afirmaron: “no firmamos, no lo vamos a firmar”, pero logramos que se aprobara gracias a nuestra presión.
Este gobierno se ha burlado de las comunidades afectadas. Es una burla, porque conocen la problemática, y ni siquiera toman en cuenta las denuncias para revisarlas. Nos sentimos burladas por el gobierno todos los días.
A las comunidades vulnerables, las ven como “dejen a ver qué sucede”, mientras está en juego la vida de las personas que defienden sus tierras y sus derechos. Cuando comenzamos estas luchas, ya no nos ven como la señora amable que buscaban para limpiar el salón parroquial o cocinar en una fiesta. Una vez que saben que estamos en una lucha y que tenemos que denunciar y hablar sobre los problemas internos de la comunidad, dejamos de ser esas personas buenas; al contrario, nos consideran las malas que queremos frenar el desarrollo, que queremos afectar a los demás, simplemente por hablar con la verdad.
A pesar de eso, todos los días conversamos: ¿hoy qué vamos a hacer? ¿a quién vamos a llamar? ¿a dónde iremos a obtener la respuesta que solicitamos hace tanto tiempo? Es un reto diario conseguir una respuesta. A veces, por ser mujeres, no nos toman en cuenta, ni siquiera en la misma comunidad. Creen que, por ser mujeres, no podemos defender, que no podemos actuar. Pero ahí está nuestro valor; es lo que nos mantiene aquí, el deseo de ver más allá.
No pensamos solo en nosotras mismas; pensamos en nuestros hijos, en nuestros nietos, en el futuro de los niños, incluso en aquellos que aún no han nacido. ¿Y por qué? Porque somos conscientes de la problemática y sabemos que, si esto continúa, no tendremos una luz de esperanza. Como mujeres, estamos aquí para luchar y seguir adelante, sin diálogos, porque en este caso no se puede dialogar. Es necesario actuar con la determinación del “jaguar” que, desde el otro lado, muestra sus garras y enseña los dientes.
*Ponencia realizada en las Jornadas de la Facultad de Ciencias Sociales en el panel “Diálogos con mujeres defensoras territoriales en el contexto actual de autoritarismos”, 10-9-24, apoyado por los proyectos Geografía y Diálogo de Saberes (ED-3526) y Pueblos Originarios y Universidades (ED-3622).
