Opinión

En el trance de la agonía

El término “agonía” admite al menos dos alcances.

El término “agonía” admite al menos dos alcances. El vínculo preferido lo liga con el momento que precede a la muerte. Pero también dice de un deseo fogoso y, más ampliamente, remite a una lucha. Otro giro lo ata con la congoja gestada por trances anímicos que alguien podría considerar “espirituales”. El Partido Liberación Nacional (PLN) sufre desde hace rato una agonía, apenas interrumpida por la administración Chinchilla (saludada en su momento por los insultos que le proporcionó el dos veces presidente Óscar Arias, quien se involucró, asimismo, en una riña de cantina, en La Nación, con el también expresidente Luis Alberto Monge). La agonía terminó de presentarse con dos fracasos en las urnas que fijan la Presidencia del país. Johnny, primero, y Antonio, recién, resultaron fiascos macizos para un grupo históricamente exitoso en adular clientelas con velo de ciudadanía. Las derrotas fueron parciales pero claras: las clientelas aún funcionan para las elecciones municipales y parlamentarias. Esto dice que el “Gran Dinero” se asentó de tal manera que ya no requiere instalarse en Zapote. El goloso Big Money, legítimo o ilegal, está ya en circulación por todo el territorio. Mala noticia para el régimen democrático de gobierno costarricense alterado en la última contienda por una  elección pintoresca, que su población no termina de digerir, entre el Espíritu Santo y Satán. Encementado y todo ganó el Diablo.

En el PLN, algún dirigente valora que no ocurre cosa alguna. Su secretario general, Fernando Zamora, declara, con aplomo, que no pasa nada y que “a lo interno” de Liberación (dirigentes y clientelas) todo se sabe y que los fiascos se deben a que en la última elección los electores fueron polarizados por “posiciones extremas”. Admite que eso enturbió y desgarró la sensibilidad partidaria, a la que determina como propia de “una cultura política equilibrada” (La Nación, 20 de abril de 2018). Como también los ciudadanos parecen tocados, remite a una “crisis de la cultura nacional” y remata juicioso que el PLN saldrá de su trance ‘educando al pueblo’: “La política, como decía (sic) don Óscar Arias, es esencialmente educación. O sea, nosotros debemos decirle a la ciudadanía lo que es correcto, no lo que sectores intolerantes de uno u otro bando quisieran escuchar”. Bueno, desde ahora la ciudadanía cuenta con dos Espíritus Santos: el de Restauración, que afloja cataclismos, y el de Liberación, que “educará” a la ciudadanía. Como alientos, ninguno reside en la población ni en el territorio. Los sobrevuelan. Dichosos.

Un sobreviviente de la política, el abogado y politólogo Kevin Casas (en 2007, fue forzado a huir de la Vicepresidencia de la República por su coautoría en un gansteril y torpe Memorándum del miedo), difiere de su secretario general. Juzga que las divisiones internas del PLN son tales que “Reconstruir eso tan averiado que es Liberación va a ser muy difícil” (Semanario UNIVERSIDAD, N°2233, abril 2018). Afirma que la dirección del partido debe irse, en parte porque como cabeza no existe. Enfatiza que el PLN debe contestar una pregunta sin respuesta obvia: “¿Cuál es la causa de Liberación Nacional? ¿Qué defiende?”. Sin embargo, se muestra reticente acerca de un congreso ideológico: “Soy muy escéptico sobre eso de hacer congresos ideológicos y los efectos que tienen son muy limitados”. Por supuesto, citar a un congreso ideológico sin estudio previo en mesas de trabajo y para debatir ocurrencias no vinculante, es perder el tiempo. Pero eso no es un congreso ideológico. Se parece más bien a conversar en un café o en la cantina. Casas hace una pregunta importante: ¿Por qué el PLN se ha quedado sin una base social? Se puede aventurar una respuesta en la mesa de café: los primeros líderes del PLN convocaron al desarrollo a una población que lo deseaba y requería. Además, las guerras civiles forjan fervor. No obstante, en el trayecto largo, la dirigencia de diversos niveles del PLN se instaló soberbiamente en el sistema y se distanció de esa entusiasta base social. De hecho, esa dirigencia “oxigenó” a la oligarquía tradicional y el desarrollo no se dio. Hoy, con la mundialización, el desarrollo ni siquiera resulta una apuesta factible. Por eso, se requiere un congreso ideológico que provenga de estudios y reposicione. Al menos se ganaría disciplina y se enfriarían gulas.

Por fortuna una dama sale al rescate: “Debemos decidir sobre cambios estructurales, sobre la forma en que estamos haciendo política interna, en cómo nos estamos eligiendo… No hemos hecho un congreso ideológico… sobre temas de derechos humanos, sobre infraestructura, sobre pobreza, sobre economía, sobre socialdemocracia en el siglo XXI” (La Nación, 9 de abril de 2018). Es Karla Prendas, la diputada jefa de fracción del PLN en la última legislatura. Ánimo Karla. Tal vez usted logre que su partido muera y resucite. Los golosos o soberbios machos por el momento no componen.

 

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