El seguro social no fue un gesto patriótico ni una concesión solidaria del Congreso de la República de aquella época. Tampoco fue un lindo y sorpresivo regalo del presidente de la República, como muchos serviles y seguidores de los intereses de las clases más adineradas, sin un ápice de visión humana, han osado hipócritamente afirmar. El seguro social fue una victoriosa conquista de la clase trabajadora más consciente y organizada, llevada a cabo a través de muchos años de lucha y de sacrificios. Fue, sin duda alguna, la respuesta de un presidente de principios humanistas y de nobles intenciones, a la demanda de la lucha de los trabajadores más conscientes y organizados.
Nuestra Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) ha sido una institución ejemplar para el mundo en el campo de la seguridad social. Puede competir con el mejor sistema de salud en el mundo y, posiblemente, sea un verdadero modelo a imitar, en el marco de la solidaridad y del auténtico sentido de lo humano. Nuestra CCSS ha sido un orgullo y un baluarte de nuestra historia, no solo ha hecho posible darle vida al derecho universal a la salud, le ha dado un gran aporte a la paz y a la estabilidad social del país, y ha permitido que muestre niveles de salud cercanos o iguales a países mucho más grandes, mucho más ricos, y mucho más desarrollados que el nuestro. La Caja fue un bello y hermoso ideal concebido por auténticos servidores sociales, por auténticos patriotas, y por aquellos extintos políticos con verdadera vocación de justicia social, y con sincera voluntad de servirle, y no de servirse del país; no por casualidad, o porque nos jugamos la suerte por necesidad, fuimos conocidos y llamados la “Suiza centroamericana”. La CCSS fue, y sigue siendo, parte de esa pieza fundamental que convirtió a Costa Rica en un país ejemplar en el mundo.
Para desgracia del país, después de idear y crear un seguro social con principios de justicia, más humano y más universal, se nos vino encima una avalancha de politiqueros neoliberales que quieren destruir la obra magna. Con la llegada de los años 90 y con la venida del nuevo siglo, el empuje neoliberal se expresó en la compra masiva de servicios en hospitales y clínicas privadas, y en la negativa de comprar equipos indispensables para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades crónicas, mientras se pagaban enormes sumas de dinero a las empresas privadas de salud por estos servicios, viéndose el beneficio de la medicina privada y el auge de la Clínica Bíblica, del Hospital Clínica Católica y del hospital CIMA, creado con el fin exclusivo de hacer negocios con la Caja, y de otras empresas dedicadas al negocio de la salud humana.
La nula visión humana, su poco amor por la patria y su gran amor por el dinero, por una parte, y, por otra, la falta de voluntad política de todos los gobernantes de la era neoliberal, desembocó en la negativa de dotarla de recursos financieros efectivos, de pagar su asombrosa y escandalosa deuda con ella, y de llevar a cabo acciones de fondo que hicieran posible enderezar el catastrófico rumbo tomado por la seguridad social del país. Las medidas y políticas neoliberales solo han pretendido reducir la medicina social a su mínima expresión para favorecer los intereses de los organismos financieros internacionales, y el gran negocio de las instituciones privadas de salud, cuyo propósito es hacer de la enfermedad y la salud un gran negocio. Los poderosos oligarcas y sus gobernantes han visto con urgencia la necesidad de destruir el servicio de salud social, para que la salud no sea vista como un derecho, sino como el negocio privado de algunos ricos, para que luego sus medios de prensa les llamen cínicamente “esforzados emprendedores”.
En los más de 30 años de brutal neoliberalismo, el desorden y el despilfarro no está en el pobre infeliz que vive asfixiado por las deudas y por los desesperados tarjetazos, sino allá arriba, muy arriba, donde muy pocos saborean el pastel y disfrutan la gran vida. A diferencia de los terroristas belicistas estadounidenses, y de los terroristas de los organismos financieros internacionales, con sus terroríficas recetas hacia el mundo pobre, los desalmados neoliberales ticos han utilizado un recurso más sutil, pero igualmente destructor; como sanguijuelas, se han introducido en la estructura institucional construyendo sus guaridas de corrupción, para ir devorando poco a poco, además de los nobles fines e ilusiones, la fortaleza ética, moral y financiera de la CCSS. Antes del neoliberalismo lo que importaba era el ser humano, el pobre, el necesitado, la verdadera seguridad social. Ahora lo que importa es la ganancia desmedida, el lucro a toda costa, la acumulación y el beneficio desenfrenado. Así como el desmantelamiento de todo lo que huela o tenga sentido ético, o tenga nobleza y moral, o tenga valor humano y social.
No es raro desconfiar de las instituciones privadas de salud que ven en los rostros de sus “clientes”, así se les llama a las personas enfermas en esas clínicas, la gran luz del dinero, por ser negocios completamente crudos, donde lo primero que se hace es cobrar, incluso antes de atender o auxiliar a la persona enferma; suele suceder, que el mejor médico es el que más cobra, no el más humano ni el que más sabe. En muchos países del mundo donde no existen sistemas de salud como el nuestro, los seres humanos mueren cada día porque no pueden pagar seguros caros ni altas sumas de dinero por el derecho a la salud, lo cual, innegablemente, es también el derecho a la vida.
En Costa Rica, en nuestra CCSS, el problema no es el modelo, el modelo solidario y universal de atención de salud es ejemplar; el problema es la corrupción, el mal manejo y la pésima gestión que ha promovido la avariciosa politiquería neoliberal, impidiendo que ese modelo no funcione de forma óptima. Con esa enorme falta de sentido social, con esa mala gestión, con ese desorden politiquero en las gerencias, con esas mafias de la corrupción que sabotean la compra de medicamentos para comprarlos más caros, que sabotean los servicios de salud para que haya que comprarlos y pagarlos mucho más caros en las clínicas y hospitales privados. Con tanta corrupción, más bien lo que ha quedado en evidencia es la fortaleza de ese modelo solidario y universal, y la urgencia de exterminar con las redes de corrupción que están haciendo negocios a costa del dolor y la enfermedad humana. Se debe combatir el oscuro negocio de las compras de medicinas, el de las compras de servicios y, sobre todo, atacar la intromisión politiquera y cortar las sucias manos del salvajismo neoliberal. En fin, hay que erradicar el inmoral negocio de jugar, negociar, mercadear y atentar contra la salud y la vida humana. Por obligación moral y legal, el Estado y los gobiernos tienen que poner al día su enorme deuda con la Caja. Y que la Caja le ponga freno a la morosidad de los millonarios patronos y empresarios. Los gobiernos no pueden pasar indiferentes ante los problemas de financiamiento porque por mandato constitucional tienen la obligación de asegurarlo y fortalecerla.
Si los borregos no hubieran existido y no hubieran sido conducidos al despeñadero. Si el pueblo costarricense hubiera elegido sabiamente a políticos con valores humanos y principios éticos y morales, a gobernantes con un poquito de respeto y amor por su patria y por sus semejantes, no solo la Caja, sino hasta la decencia y el decoro brillarían en lo más alto, ya no en la Suiza centroamericana, sino en toda una Suiza americana.
El pueblo costarricense, los trabajadores y trabajadoras honestas y con principios de justicia social quieren a la Caja, todos los que sinceramente amamos a Costa Rica, todos los que no somos ambiciosos, avariciosos y mercaderes queremos a la Caja, pero no a una Caja manoseada y ensuciada por las inmorales y angurrientas manos neoliberales, queremos a una CCSS solidaria, eficiente, limpia y pura, como aquella que llegó a ser un ejemplo y un modelo para el mundo y en el mundo de la salud humana. Y nosotros, y todos los que hemos recibido con verdadero orgullo de costarricenses, no solo la cura de nuestra enfermedad, sino el trato noble, generoso, humano y solidario de los hospitales de la Caja. Como seres humanos agradecidos y considerados debemos de colaborar en esa tarea, porque quererla y protegerla es querer y proteger nuestra salud y nuestra vida, la salud y la vida de nuestros semejantes, la salud y la vida de nuestros hijos y nietos, y la salud y la vida de las generaciones venideras. Y es ayudar al débil, garantizando el derecho humano a la salud y a la vida de manera digna y decorosa
Los médicos de la Caja no se llenan los bolsillos, pero nadie puede medir su riqueza por el dinero que entra en sus bolsillos, la riqueza real solo se puede medir por todo aquello que tienes, que sientes y que disfrutas, y que no lo cambiarías por ninguna cantidad de dinero. ¡Y no hay nada que se pueda tener, que se pueda sentir y que se pueda disfrutar como la salud! Además, honran y engrandecen el espíritu de la Caja, le dan luz y esperanza a la institución, hacen posible mantener el hermoso ideal con que fue concebida, alientan el deseo de no dejarla que deje de ser el orgullo del pueblo de Costa Rica y, mucho menos, que se apague su luz, y que deje de ser, un sol en el alma de la patria.
