Opinión

Embarazo adolescente

Costa Rica es el país con los mejores índices del continente: educación, salud, ingresos.

Costa Rica es el país con los mejores índices del continente: educación, salud, ingresos. Pero en la “Suiza de América Latina”, hay un problema muy grave: el embarazo adolescente.

En 2000 hubo 611 niñas entre 10 y 14 años que dieron a luz a un niño. Este número bajó a 428 en 2010, y subió de nuevo a 509 en 2014. Gracias al esfuerzo del Gobierno, la cifra está bajando: para 2017 el número fue de 301.

Los peligros que estas muchachas enfrentan son la muerte durante el embarazo o parto, crisis de eclampsia, infecciones y presión alta. Son niñas pequeñas con 10-11 años, apenas pesan 28 kilos; el feto y el líquido del embarazo representan casi un 50% adicional al peso de la madre. La columna vertebral de las jóvenes todavía está blanda, al igual que los huesos del suelo pélvico.

Además, el niño nace con bajo peso, frecuentemente con complicaciones, y presenta alto riesgo de morir dentro del primer mes o año de vida. Esta realidad no se puede evadir: marca y queda para toda la vida tanto de la madre como del niño.

La Sra. Rosibel Méndez, Coordinadora del Consejo Interinstitucional de Atención a la Madre Adolescente, indica que los factores que inciden son múltiples: pobreza, violación, exclusión del sistema educativo, padres que no hablan de sexualidad, explotación sexual comercial y otros, sin contar con la imagen social de la mujer soltera.  Según doña Rosibel, la pobreza es el factor clave porque con las difíciles consecuencias físicas dichas es difícil para las niñas continuar su educación. Finalmente, se convierte en una suerte de herencia: frecuentemente son hijas de madres adolescentes.

El esfuerzo que requiere superar esta situación es colosal. El PANI trabaja con promotores juveniles apoyando situaciones de riesgo. La institución distribuye anticonceptivos, pero si una joven busca los consejos de un médico, no puede ir sola, tiene que ir con su mamá o su papá; aunque ahora más recientemente se les ha posibilitado ir con una enfermera.

Legalmente, el aborto es posible solo “…con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y este no ha podido estar evitado por otros medios” (artículo 121 del Código Penal). Según Méndez, ello implica que puede haber desacuerdo entre médicos, y finalmente el aborto no se hace.

Indica la Dra. Rita Peralta, directora de la Clínica de Adolescentes del Hospital Calderón García que, en 15 años trabajando allá, solo ha sabido de dos abortos a jóvenes embarazadas.

En estas condiciones, si los padres optan por promulgar la abstinencia sexual total hasta el matrimonio, se genera un riesgo enorme para las niñas. Cuando las primeras relaciones sexuales son entre los 10 y 14 años, según los estudios, la mitad serán abusivas; es decir, con un hombre de entre 5 y 10 años mayor que ellas, en muchos casos media dinero o recompensa; además con violencia e incesto. Todo ello a pesar de que la Ley 19.337 de Relaciones Impropias, establece penas de hasta 10 años de cárcel por sostener relaciones sexuales con menores de edad.

Y existe otro fenómeno grave. La Dra. Peralta explica que el trabajo más importante es enseñar a las niñas a amar a su bebé, a transformar su rabia en amor. Una niña, adolescente o mujer que se encuentra embarazada en contra de su voluntad, en muchos casos quiere “matar a la rata que está en su panza”. Perder el control de su cuerpo es un evento muy grave y no hay manera fácil de aceptar.

Algunas adolescentes desplieguen conductas crueles con los bebés incluso buscando su muerte: golpean al bebé cuando llora, no le dan de comer, o le dan comida mala o que les engorda hasta crear problemas irrecuperables. Son situaciones que perpetúan los ciclos de la violencia, pero esperables en las circunstancias, y que implican un enorme trabajo para ser transformadas, incluyendo brindarles anticonceptivos para que no sufran un nuevo embarazo hasta que lo deseen como adultas.

¿Y los muchachos?  En un país donde la homosexualidad es vista como el mayor pecado posible, ello provoca que busquen maneras de afirmar su masculinidad, incluso usando violencia y presión psicológica.

Las muchachas tienen que ser respetadas, poder decir no, o poder planificar la relación sexual, protegiéndose con anticonceptivos.

Una buena educación sexual es una ayuda-clave. Los niños perciben, al ser preparados para la adultez, que son considerados personas responsables. En la encuesta de salud sexual que se hizo en 2015, la mayoría de la población estuvo de acuerdo en iniciar dicha educación a partir de los 10 años de edad.

Lo que aquí se ha expuesto es un problema que toca a toda la nación: padres, familias, escuelas, iglesias, administraciones, ministerios, empresas… Todos debemos cuidar a nuestras y nuestros adolescentes.

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