Opinión

Elegir y proteger

La vida es un continuo de elecciones; cada una nos indica el camino a recorrer y, a la vez, nos cierra alternativas que no escogimos.

La vida es un continuo de elecciones; cada una nos indica el camino a recorrer y, a la vez, nos cierra alternativas que no escogimos. El proceso electoral del 1º de abril es un ejemplo concreto, y se convierte en una responsabilidad que marcará nuestras vidas. Durante siglos, paso a paso, hemos buscado formas para construir un mundo más igualitario y justo. Pero, no hay que olvidar, también existe el peligro de retrocesos cuando hay voces que se alzan para demandar la vuelta a tiempos pasados, cuando se debía obedecer sin cuestionar el poder establecido. Eran épocas de humillaciones y maltratos que, poco a poco, hemos ido enfrentando; tanto a nivel nacional como internacional, las convenciones y leyes han plasmado los derechos universales e ineludibles de los seres humanos.

No faltan, sin embargo, quienes, sedientos de poder, sueñan con épocas autoritarias y, para que crean en ellos, usan técnicas de control muy estudiadas por la psicología bajo el nombre de persuasión y manipulación. Una de las formas más usuales es asegurar que hablan en nombre de Dios, porque de esta manera nadie puede cuestionar su palabra, así se acaba todo diálogo. Basta con seguir las instrucciones del líder, que no se llama líder sino “padre” o “pastor”. Es decir: se dirige a las personas como si fueran infantes de poco conocimiento o como ovejas que van para donde las dirijan. Religión y poder ha sido un matrimonio milenario, peligroso a todas luces para un Estado que debe proteger los derechos independientemente de las creencias. También es funesto que solo los adinerados puedan obtener el poder político y, en ambos casos, el defecto es el mismo: defienden sus dominios y, con sus recursos, toman decisiones según sus intereses, sin considerar otras perspectivas.

Ahora la servidumbre ha quedado en el pasado y los derechos laborales se han extendido hasta a los más explotados. La caridad ha sido superada por instituciones estatales, como son los hospitales, escuelas, colegios y universidades públicas. En Costa Rica el derecho al medio ambiente sano avanzó notablemente con el agua potable de AyA, aunque todavía queda mucho por hacer en cuanto al cuido ecológico.

La salud mental, tanto como la salud en general, depende en gran medida de contar con un entorno que facilite la igualdad de oportunidades y está comprobado que solo el Estado Social de Derecho puede proveer las condiciones necesarias, pues su meta no es la ganancia económica sino una ganancia social solidaria, para todos y para todas.

Por eso, las próximas elecciones requieren de una reflexión en la que se defienda y profundice la equidad. No estamos entregando el poder, sino escogiendo la defensa de los derechos para que ninguna persona se sienta discriminada; así como el afianzamiento de las instituciones públicas que aseguran el buen vivir y el que se puedan tomar decisiones para el bien de toda la comunidad, con respeto, sobre todo, de quienes no se encuentran en el gran poder mediático que nos insta a señalar con el dedo a quienes consideramos diferentes.

Elegir es nuestra opción. Proteger los derechos es nuestra obligación.

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