Opinión

El timbre odontológico

¡Un impuesto discriminante y salvaje establecido contra los pacientes; un castigo al que tiene dolor de muelas!

¡Un impuesto discriminante y salvaje establecido contra los pacientes; un castigo al que tiene dolor de muelas!

Me invita una apreciable colega a expresar mi criterio, como odontólogo y abogado, en cuanto al timbre odontológico. Mi respuesta objetiva será pensando en los pacientes.

El tema solo requiere responder tres sencillas preguntas: 1. ¿Quiénes pagan el timbre odontológico? 2. ¿A quiénes afecta el timbre? 3. ¿A quiénes beneficia?

1. El timbre odontológico es un impuesto discriminante que se le traslada a todo aquel que por una dolencia bucal debe buscar la asistencia de un odontólogo. Solo el enfermo, y nadie más que el enfermo, debe cargar con ese inoportuno gasto.

2. Afecta a todo el país. Al elevar los costos del servicio dental se afectan la salud y la economía general: los pobres van menos al dentista; de ellos, los que trabajan, faltan al trabajo por exacerbación de sus dolencias; los odontólogos tienen menos pacientes; técnicos, laboratorios y toda la cadena de auxiliares, que es enorme, pierden ingresos; depósitos dentales e importadores venden menos. Ese daño a la salud y a la economía pareciera ser pequeño, según los que están a favor del timbre; pero un buen economista nos puede aclarar su magnitud, especialmente en tiempos de crisis como la actual.

3. La pregunta de rigor en este país, uno de los más corruptos del mundo, debería ser: ¿Quiénes se están beneficiando del timbre? El timbre, como impuesto discriminante, está salvajemente dirigido a los pacientes; ¡un robo a los más desprotegidos! Robo de esos que solo el Estado, el mayor enemigo de los pueblos sabe hacer y todos soportamos. El timbre, como ley, es parte de ese Estado explotador de los más débiles.

Cuando usted compra un litro de leche paga impuestos nacionales cuyo monto, de mil formas, se lo roban los políticos; pero una minúscula parte, bien que mal, la utilizan en arreglar mal las calles o comprar pupitres. Es decir, algún mínimo beneficio podría llegar a la comunidad.
Cuando usted va al dentista paga un impuesto o timbre odontológico destinado a mantener un “elefante blanco” que a usted, como paciente, en nada lo beneficia. Los colegios profesionales, beneficiarios directos del timbre, son auténticos clubes sociales disfrutados por jerarquías y burocracias, por lo general ineptas que, además, explotan a sus agremiados con ingentes colegiaturas, de sobra suficientísimas para mantener sus clubes. Los beneficios a los pacientes son prácticamente inexistentes.

Preguntémonos, ante todo, qué hacen los colegios profesionales con los miles de millones que recogen por el cobro del timbre y si las cuentas que le entregan al país por ese concepto son exactas o siquiera existen.

Debido al injusto timbre profesional, los colegas deben elevar los costos a sus pacientes, lo que contribuye a mantener sus consultas vacías. ¡Nos preguntamos cómo subsisten los más jóvenes! Por algo, juristas de renombre, han interpuesto varios recursos de inconstitucionalidad contra la Ley de Creación de Colegios Profesionales, sin éxito, porque ya habían tomado fuerza y poder; ¡claro, con esos ingresos cómo no van a tomar fuerza y poder político! La función social que dicen conducir es mínima y tan solo para el despiste. El control de la nómina de profesionales, requisitos para ejercer su profesión, disciplina, ética y todo lo referente al sano ejercicio en favor de los pacientes, lo podría realizar una pequeña oficina en un cuarto redondo con dos burócratas, respaldada por el Poder Judicial; una simple “Cámara” como en muchos países de Europa.

Conclusión: ¡colegas, si no lo han hecho, búsquense un buen abogado constitucionalista para que arremeta en la Sala Cuarta contra ese adefesio del timbre odontológico, tendría muchos y sólidos fundamentos!
¡Encarecen los servicios
para sus “clubes sociales”
los timbres profesionales.
Los paga el administrado
que siempre es el afectado
por los robos estatales!

 

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