Opinión

El SICA

Cada cierto tiempo, cuando se confronta la integración centroamericana, emergen los discursos nacionales de finales del siglo XIX

Cada cierto tiempo, cuando se confronta la integración centroamericana, emergen los discursos nacionales de finales del siglo XIX que apelan a una sociedad “blanca, pacífica, igualitaria” y pluralista (Alexánder Jiménez -2005- ). Estos relatos subyacen en el imaginario costarricense y tienen su base en las representaciones sociales, en las creencias, en los mitos y estereotipos. Hay que agregar que estos relatos no son exclusivos de nuestra sociedad, sino que forman parte de las identidades latinoamericanas.

Relato e invención son discursos paralelos. Como lo expresa Alexánder Jiménez, el término “invención” de la identidad nacional no significa ignorar los procesos históricos, sino que son procesos de legitimación que tienen base material y permite darle un sentido a esa narración a través de rasgos culturales. Por ejemplo, el labriego sencillo no es una ficción tiene sus hondas raíces en los modos de producción de la colonia. Y ahí están los referentes que los difunden: la educación, las élites dominantes, los medios de comunicación, la cofradía de intelectuales y otros actores sociales. Ahora, seamos pretenciosos y desmitifiquemos esos mitos de la sociedad blanca. Somos un híbrido cultural de indios, negros, españoles…; la convivencia pacífica está en el horizonte, falta mayor prevención y justicia social; la desigualdad crece por el desequilibrio en la distribución de la riqueza; el pluralismo excluye la homofobia, la xenofobia, el racismo y el discurso patriarcal. Y somos parte de un imaginario que dice cómo somos, cómo imaginamos nuestras prácticas sociales o cómo nos inducen a imaginarnos.

Para Constantino Urcuyo (Financiero, 28 al 3 de enero, p.23), el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) es: “una burocracia inútil,… La retórica dulzona de la patria perdida… Costa Rica goza de amplios espacios diplomáticos sin necesidad de pasar por el SICA, institución sin oficio, despilfarradora de recursos y vividora de la cooperación internacional… La retirada de Costa Rica debe ser también una lección para los burócratas de Bruselas…” ¿Cómo se interpreta la acción política de Costa Rica de retirarse de ese organismo regional, que aplaude con frenesí el señor Urcuyo? ¿Será que Costa Rica, sus políticos de turno, no saben que los mercados naturales son los de nuestros vecinos y que los dos mil millones de dólares de exportación (2015) hacia la región centroamericana se pueden sustituir por los de Europa o Estados Unidos con la misma facilidad de enviar un saludo? ¿Esta actitud de la política local tiene que ver con la Alianza del Pacífico?

En esta época de informática y globalización las alianzas comerciales parecieran ser las únicas estrategias para sobrevivir que les quedan a nuestras economías subordinadas (independientemente de planes trazados por los centros hegemónicos que dominan el planeta). Si Costa Rica no es parte de la Corte Centroamericana de Justicia ni del Parlamento Centroamericano –Parlacen- porque, según el señor Urcuyo: “Costa Rica no pierde nada saliéndose del SICA”. Entonces, lo que se resuelve es mantener una política independiente sin ningún vínculo con Centroamérica. Ahora bien, ¿rechazar el SICA es la medida más inteligente? ¿Se cobija con el justo fallo de La Haya o por la negativa de Nicaragua de no dejar pasar a los inmigrantes cubanos? ¿Cuál es la lectura, cuál es la percepción, en el imaginario nacional, de la salida del señor Presidente y de su Ministro?

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