Opinión

El show más estúpido del mundo

 

El admirado escritor Eduardo Galeano dijo un día que él “solamente escribía cuando le picaban los dedos”. Pensé que era muy bueno su argumento y me agregué –para mí– la metáfora de Sábato, de que “solo vale la pena escribir, cuando se escribe con sangre”.

Procuro seguirlos. Hasta donde aguanto. No creo que mi palabra pueda salvar al mundo, ni que le importe mucho a la gente. Por eso no rebuzno en las redes sociales y, cuando escribo, es porque me pican –más bien, me escuecen– los dedos. Es cierto que me ocurre con alguna frecuencia (por deformación profesional), pero sobre todo me viene ante la injusticia, ante la ternura, ante la estupidez, ante la belleza, cuando son exageradas.

Creo estar frente a uno de esos casos.

Llevamos dos meses contemplando en las pantallas como pueblos, que antes eran hermanos, se acribillan despiadadamente y dejan un reguero de muertos en las veredas que ya la tele nos hace parecer normales.

Las gentes del mundo toman una u otra bandera y tienden a fijar el mal y el bien según su ignorancia se los permita. No se valoran las causas del conflicto; por lo general estas se han olvidado, como se olvidaron todos los inicios de todas las guerras. Así, el espectáculo militar avanza sin límites ante el regocijo de las grandes industrias balísticas que están –por supuesto–  en uno y otro lado de la guerra. Hay que producir fierros: para crecer ellos y para morir los inocentes y pobres.

La sangre corre. Casi con tanta velocidad como la estupidez que la alimenta. Ya no se sabe por qué comenzó todo, ni tampoco quienes son los que mueven las cuerdas. Solo se sabe muy bien quiénes son los que ponen el hambre y los muertos: ¡el pinche pueblo!, como dirían los mexicanos.

Desde los acuerdo de Minsk, que nadie recuerda, se empezaron a estrujar las cosas en el este de Europa, y ya esa estrechez venía desde la reunión de Postdam, cuando los lideres victoriosos de la II Guerra se repartieron las fronteras que hoy vuelven a estremecer al mundo.

Pero sin ir atrás, estamos ante un día a día en que el ejército más grande de occidente: la Organización del Tratado del Atlántico Norte(OTAN), se enfrenta a una inmensa potencia militar: la Rusia de Putin,  empujando a la muerte al pueblo de Ucrania que ha quedado literalmente “ensanguchado”, aunque lo pinten de heroico.

Los de la OTAN, que son los Estados Unidos con antifaz veneciano, no se meten, se limitan a arengar y suministrar los fierros. Los rusos simplemente van aplastando ciudades y gente,  como castillos habitados de arena. Y, en el centro, una pobre Ucrania de 40 millones de almas que se ha metido en el hervidero sin potencial ni ganas. Es un horror. Es como enfrentar a Mohamed Alí con Marito Mortadela en un gimnasio repleto de gente que azuza al segundo para que combata, a sabiendas de que solo le espera la muerte.

Y vamos ya por 5.000 muertos, y podrían ser millones si alguien no paraliza a los dos falsos héroes inventados para inyectarle emoción al sangrerío: por un lado un distante Putin con aires versallescos de Genghis Kan y, por el otro, un cómico inexperto que se siente en Broadway o en Apocalypsis now

No voy a ahondar en los orígenes ni en las consecuencias nucleares del acontecimiento, baste con decir que es el espectáculo más estúpido que podemos observar los ciudadanos impotentes del mundo.

Estúpido en la medida que lo único sensato que se impone es detenerlo y, por las griterías del estadio, parece que no va a ocurrir; pues del Oriente proclaman victoria y tabula rasa sin asco, mientras desde el Occidente envían billones de dólares en armas con el cínico pretexto de que “es para ayuda humanitaria”. Nos están denigrando a todos como seres humanos.

Será posible que los grandes titiriteros, que mueven las cuerdas en ambos contingentes, no puedan asimilar que esto hay que pararlo a como haya lugar para que los hombres no volvamos a las cavernas? ¿Seguirán navegando en esa estupidez que no conduce a ninguna parte?

O seguirán repitiendo como en Hollywood: “the show must go on”,  ¿hasta que desaparezca la especie?

Einstein lo dijo: la estupidez domina el universo.

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