Opinión

El quinto riesgo

Indicaba Herbert Marcuse en cierta entrevista: “Yo soy partidario de la libertad individual y odio como el que más las violencias del estado y la arrogancia de las autoridades”.

Recién terminé la lectura del libro de Michael Lewis El quinto riesgo (Deusto, 2019), el cual presenta varios detalles referentes al periodo de transferencia del poder en Estados Unidos por parte de la administración Obama hacia la administración Trump.

El libro es ilustrativo en cuanto a ciertas situaciones acontecidas y sobre las que vale la pena pasar revista:

  • La administración entrante desconocía mucho de lo realizado en varias (por no decir muchas o casi todas) las instancias gubernamentales, tal y como en el caso de los Departamentos de Energía y de Comercio.
  • El nombramiento de varios de los secretarios y otras jefaturas de confianza se dio, aparentemente, sin tomar en consideración aspectos de formación técnica y, sobre todo, experiencia para el cargo.
  • En varios de aquellos nombramientos sobresalió, aparentemente, el hecho de haber sido empresario y lobista del respectivo sector comercial.
  • La actitud de prepotencia y arrogancia de quienes asumieron los nuevos cargos fue más que palpable.
  • Igualmente, quienes recién iniciaban su “paseo” por la administración pública, ya cargaban una preconcepción sobre el funcionariado público, considerándolo vagabundo e incompetente.

El caso Trump no pareciera tan lejano del entorno que hoy nos rodea, y como muestra (aparte de los puntos previamente indicados que también nos acompañan) podríamos citar otros aspectos como:

  • Generación de Directrices, Reglamentos y Decretos Ejecutivos que más parecen fruto de la premura y la prueba-error que de la valoración concienzuda, la ciencia y la técnica, por ejemplo: obligación de cumplir o no esquemas de vacunación, uso de mascarillas, liberación de precios y tasas para el ejercicio profesional.
  • Afán neoliberal para la apertura de mercados a diestra y siniestra sin previamente sopesar los efectos a corto, mediano y largo plazo para productores nacionales y consumidores.
  • Cambios en la canasta básica sin que medien estudios técnicos sobre consumo y nutrición de los diferentes estratos poblacionales, sobre todo, quienes se ubican en el nivel de pobreza y pobreza extrema.
  • Venta de activos estatales sin previamente anunciarlo durante la campaña electoral (lógicamente, porque en ese caso no habría obtenido los votos necesarios para la elección) y sin diagnósticos claros sobre las razones para ello.
  • Lenguaje osado (por no decir desafiante y fanfarrón) para referirse a cualquier figura pública o privada que no le sea afín.
  • Incumplimiento de la promesa para reducir la inflación y el costo de la vida en general por “hasta ahora darse cuenta” que todo provenía del contexto externo, como la guerra en Ucrania.

Ciertamente, el costarricense no aprende de las lecciones de la historia, y sigue creyendo en cuentos de marcianos como decía el personaje de Olegario en el Fogón de doña Chinda. Solo así se explica el votar para querer ver marcianos y, más bien, terminar pasando de guate-peor a guate-más-peor.

 

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