Opinión

El Prometeo moderno: del Kaizen y otros demonios

Siguiendo a Bauman, vivimos en sociedades basadas en la levedad y en la licuefacción de las grandes certezas, que otrora parecían de gran solidez.

Siguiendo a Bauman, vivimos en sociedades basadas en la levedad y en la licuefacción de las grandes certezas, que otrora parecían de gran solidez. La modernidad es un constante devenir que, sin embargo, mantiene sus grandes fundamentos éticos, epistémicos y políticos, aunque con una morfología cambiante y en ocasiones difusa.

Por tanto, las formas de ejercer la autoridad se modifican: la organización moderna ya no es la de Taylor y su manía por el control del tiempo, o la del rígido ensamblaje en línea de Ford. Las grandes empresas y corporaciones de la modernidad líquida poseen –al menos en apariencia– un modelo dialógico basado en la participación del “capital humano”, pero, ¿qué se esconde detrás de esta razón discursiva?

En su libro Tecnologías del Yo, Foucault señala que existen prácticas –condicionadas históricamente– enfocadas en el “cuidado de sí” y en el perfeccionamiento del cuerpo y de la psique. Cabe señalar que estas prácticas responden a un determinado ideal ético; en este caso, no se entiende el concepto de ética como el “actuar correctamente”, sino como el conjunto de representaciones sociales, capaces de orientar la comprensión y la acción en el mundo.

En el actual contexto histórico, el imperativo de la felicidad se convierte en el principal objetivo por alcanzar. Se origina una búsqueda infatigable e interminable por la autorrealización, la cual, lamentablemente, nunca llega. El sujeto moderno busca el ideal del éxito de manera neurótica, y uno de los espacios de mayor relevancia para este propósito es el corporativo-empresarial, dentro del cual se presenta una aparente concatenación de la misión organizativa y los propósitos individuales.

Si una persona no logra cumplir los altos rendimientos exigidos, es considerada enferma. Es a partir de esto que aparecen técnicas como el coaching, el cual, con su método confesional –el coach pregunta, pero nunca contesta–, busca motivar a la persona para que siga dando su máximo rendimiento en la empresa, y esta continúe siendo competitiva.  Los “expertos” en coaching reproducen los grandes ideales de hombres exitosos –Jobs, Obama, Trump y Gates–, quienes deben ser emulados sin importar el costo.

Otro método empleado es el de la “filosofía” Kaizen, la cual señala que el yo es el enemigo del yo, y propugna la abolición de toda complacencia en nombre de la disciplina y el trabajo incansable. Según el autor Suárez-Barraza –adepto a esta filosofía–, el Kaizen se centra en “los procesos de trabajo directamente (…) a través del trabajo disciplinado y constante de los empleados”

Estas nuevas herramientas empresariales se convierten en “tecnologías del yo”, basadas en la autodisciplina y la aceptación voluntaria del castigo, en aras del cumplimiento de una misión corporativa, visualizada como un camino conducente a la realización personal.

El sujeto moderno se ve reflejado en la imagen que presenta el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su libro La Sociedad del Cansancio: un Prometeo encadenado, al cual no le come el hígado un águila, sino su propio álter ego.

Ante esto, es necesario el desarrollo de organizaciones cuyo fundamento no sea la coacción física o psicológica; además, se deben propiciar espacios para la alegría, la libertad, la autonomía, el goce, el ocio creativo y la aceptación de la diversidad. Si lo anterior no se lleva a cabo, viviremos en sociedades contaminadas por lo que Arendt llamó la banalidad del mal: una masa uniforme de personas que se conduce a un suicidio colectivo de manera inconsciente.

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