Los últimos reportes de expertos en el tema del cambio climático señalan la gravedad que enfrenta el planeta, producto de este fenómeno. Estudios e informes del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) urgen a implementar cambios radicales e inmediatos en los sistemas productivos a fin de reducir las emisiones de gases efecto invernadero. De lo contrario, las consecuencias a corto y mediano plazo serían catastróficas para el planeta y para la humanidad.
Congruente con ello, la realidad ya nos golpea en la cara: sequías, incendios forestales descomunales, temperaturas extremas, inundaciones, tormentas, deshielo de los casquetes polares, socavación costera, pérdida de biodiversidad, afectaciones a la agricultura, entre otros. Y la situación tiende a agravarse con cada año.
Ya lo que ocurre no es un cambio climático, es un desastre climático y ambiental. El planeta se muere lentamente ante nuestros ojos. Los pronósticos se están cumpliendo antes de tiempo, nos enrumbamos hacia una nueva extinción en masa, causada esta vez por actividades humanas insostenibles como la quema de combustibles fósiles y la deforestación.
Sin embargo, todo esto parece poco para convencernos de que debemos cambiar en forma radical. Es inaudito que no reaccionemos, que no seamos conscientes que tenemos que hacer algo grande en forma urgente, que no podemos seguir pateando la bola para adelante como si no pasara nada, priorizando la economía sobre el ambiente. ¿Qué tiene que pasar para que reaccionemos?
Es prioritario y urgente reducir las emisiones de gases efecto invernadero. Como países y como individuos debemos asumir un verdadero compromiso en esta línea, lo que se ha acordado hasta ahora a nivel de naciones es poco e insuficiente. Tanto países ricos como en desarrollo deben comprometerse seriamente con el planeta, con la naturaleza, con el futuro. La responsabilidad es de todos.
La casa se nos está quemando a un ritmo acelerado, no podemos seguir echando más leña al fuego, hay que actuar en forma rápida y con medidas extremas, porque la situación es crítica. Por lo tanto, frases como “No más petróleo”, “No más emisiones” deben convertirse en máximas a seguir como eje fundamental de las políticas públicas de todos los países.
Los políticos y empresarios que impulsan la continuidad de la explotación petrolera a nivel mundial y, en el caso de Costa Rica, que proponen iniciar la explotación de petróleo y gas natural, son mentes y voces retrógradas, ancladas en el pasado, un pasado de un modelo energético destructivo, obsoleto y agonizante que debe ceder espacio urgentemente al despertar de una nueva conciencia energética y ambiental planetaria.
El cambio de paradigma debe acelerarse, no hay mañana si seguimos por la senda petrolera actual. Nada de transiciones con el gas natural, este, es solo un paliativo que de paso nos amarra más al pasado. El futuro son las energías renovables y una nueva relación entre el ser humano y el resto de la naturaleza. El mundo debe ir hacia un verdadero cambio, basado en el amor y respeto máximo hacia la naturaleza. Solo en el momento en que logremos amar verdaderamente la naturaleza se logrará esa armonía tan necesaria entre todas las especies que compartimos el planeta. Sin ello, todo lo que lograremos serán remedios parciales y temporales, como el denominado desarrollo sostenible, necesario pero insuficiente.
Por nuestra irresponsabilidad e inconsciencia, estamos en el inicio de una nueva extinción en masa. Sí, vamos a desaparecer como especie humana. Quedarán si acaso otras especies habitando la tierra, aquellas que puedan sobrevivir y mantener el equilibrio ecológico planetario. La Tierra seguirá sin nosotros, sin ningún problema. ¿Te importa? Pues entonces hagamos algo, cambiemos. Aún podemos revertir la situación ¡Reaccionemos!