Opinión

El “milagro” Francisco

Cuando el líder de 1.200 millones de fieles, Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco, llegue el primer semestre de 2017 a Colombia,

Cuando el líder de 1.200 millones de fieles, Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco, llegue el primer semestre de 2017 a Colombia, seguramente “el milagro” de revertir a Cuba en sede del histórico encuentro entre ortodoxos rusos y cristianos occidentales y no en “eje del mal”, estará ya añejo, pero nuevos “milagros” de inclusión social, tolerancia y la construcción de paz sin caretas, discutirán 48 millones de colombianos.

Cuba estuvo en la lista del “eje del mal” desde que en 1982 el presidente George Bush tuvo la “brillante” ocurrencia de incluirla para arreciar el embargo comercial en momentos que la Casa Blanca sabía ya que el famoso muro de Berlín venía para el suelo y el bloque soviético caía como un juego de naipe.

Una isla bloqueada comercialmente, aunque en diálogo con Washington, partida en dos por una base militar que rememora los tiempos de la Colonia, pero esperanzada en su integridad territorial algún día; y durante 50 años presentada como ejemplo de qué no debe hacerse en derechos humanos, resultó intempestivamente en sede para que 165   millones de cristianos rusos y 1.200 millones de files occidentales, liderados por el Patriarca Kiril y Francisco, respectivamente, enterrasen su cisma ocurrido en 1054, remarquen sus fortalezas partiendo de las diferencias y entierren así sus ansias de dominar del otro, gracias a un enrarecido ambiente de III Guerra Mundial.

No hay en el largo documento firmado por ambos líderes, tras culminar este encuentro, una idea de que aquellos o estos se autoproclamen dueños del Reino de los cielos; por el contrario, hay una especie de prólogo de lo que el líder del Vaticano ratificó horas después en México. La frase dicha a sus obispos mexicanos para que se peleen entre sí, se digan las cosas de frente y luego practiquen el perdón, no dejan mayores interpretaciones del concepto que Bergoglio tiene en relación con el quehacer jesuita, a través de los tiempos y más allá de las marginaciones sufridas por una moral católica de lujos y poderes absolutos.

No es un Jesús tradicionalmente colgado en una cruz y metido en cuatro paredes, que durante 2.000 años las jerarquías encapsularon; tampoco siento un Jesús “buscado”, según los pandereteros, sino que en el siglo XXI va y busca a las madres solteras en el estado más marginados del hoy desarrollado México, va al encuentro de los esposos separados sin ningún látigo en la mano, va al encuentro de los inválidos, de los indios chapanecos, a quienes pide perdón en nombre de todos los pueblos originarios exterminados, saqueados, despojados de sus tierras y culturas.

Exhorta a sus colegas obispos a abandonar la creencia de que las culturas de estos pueblos originarios son inferiores; los llama a rescatar sus lenguas autóctonas, recordándoles a todos que el verdadero “demonio”, por cinco siglos soltado por estas tierras por los curitas europeos, no es otro que el deseo de dominar al otro, se llama avaricia, tiene nombre y apellido: el confort que me da el sufrimiento de muchos. Contra este “demonio”, remarcó Bergoglio, no se puede negociar.

Dice al gobierno del presidente Peña Nieto -aquí toca una colita al gobernante Luis Guillermo Solís, sin mencionarnos- que ya no existe un México único. Está el de los excluidos, los marginados, los expoliados, los que son reclutados por el narcotráfico, las víctimas de la corrupción etc. -y que la paz no es la ausencia de guerra, como creen los Generales, sino que tiene una base concreta como resultado del aporte de todos y no de la  fuerza, la coerción, de unos pocos.

Confieso a ustedes que en 1976 cuando el filósofo y uno de los fundadores de la teología de la liberación, Hugo Assman (19332008), me recetó allá en Moravia la retahíla de una ética de Jesús, no entendí ni papa. No comprendí entonces qué era la moral esclavizadora que no concibe a Jesús defendiendo el ambiente, desaprobando el saqueo de pueblos originarios y censurando a los vivillos expoliadores de madres solteras, de niños callejeros y a los hoy “revolucionarios” del salvaje capitalismo.

No son pensadores como Camilo Torres, Leonardo Bolf, Gustavo Gutiérrez, Rubem Alves, etc. quienes me mueven a redactar estas líneas; es un programa de la televisión europeo donde se quejan del verbo de Bergoglio. “Europa no estaría sumido en el debate teológico, que nos trastoca la economía, si este Papa fuera europeo”. Así de sencillo: ¿Tiene el mercado acaso ética, o trata de imponerme su moral? ¿Son soluciones concretas que necesita éticamente la persona, o pretende la moral que yo crea en los milagros como producto de magia?

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