«La experiencia enseña que la peor forma de patriotismo es cerrar los ojos a la realidad y abrir la boca de par en par en himnos y alabanzas hipócritas, que no tienen otro propósito que ocultar los males de uno mismo y de los demás, vivos y reales. (…). Hay dos formas de amar la propia patria: la de decir abiertamente la verdad sobre los males, las miserias, las vergüenzas que sufrimos, y la de esconder la realidad bajo el manto de la hipocresía, negando las plagas, las miserias y la vergüenza […]. De las dos formas, prefiero la primera» (Curzio Malaparte).
Luego de que se destapara la vergonzosa lista de las innumerables personalidades que visitaron las propiedades del magnate financiero estadounidense Jeffrey Epstein, nos queda un sabor asqueroso al ver hasta dónde llega la depravación sexual del ser humano.
Menores de edad eran usados como objetos sexuales por figuras que, para muchos de nosotros, eran de honorable respeto y se convertían en bestias irracionales para devorar la carne fresca que ofrecía el enfermo Epstein. Este monstruo sumó a su hoja de vida una condena en 2008 por tejer una red de prostitución con menores y, en el 2019, recibió nuevos cargos, esta vez por tráfico de “carne” como se refirió en su momento Curzio Malaparte en su libro/narración La piel.
Desde Bill Clinton, quien en el pasado convirtió la Casa Blanca en un lupanar con Mónica Lewinsky y sus clases de sexo oral, hasta el carita de niño inocente de la realeza británica el príncipe Andrés, fanático de orgías sodomitas y de prácticas inimaginables. Se suman a la lista la modelo Naomi Campbell, el actor Leonardo DiCaprio, la millonaria periodista y presentadora de televisión Oprah Winfrey y el fallecido científico y astrofísico británico Stephen Hawking, especialista en agujeros negros.
Pero no vayamos muy lejos, ya en nuestro país un ex presidente conocido ahora como “dedos largos” acumuló 8 denuncias por agresiones sexuales a mujeres ―incluida una periodista―, las cuales fueron engavetadas por el poder del dinero y las flácidas leyes que, al final, los dejan impunes.
Lástima, lástima es lo que dan todos estos personajes, quienes frente al público cargan una máscara brillante de pulcritud y de respeto, pero tras ella ocultan una gusanera putrefacta. Todas, todas estas personas quienes hoy muestran una cara hipócrita de asombro y de falsa inocencia, recibieron sus platos de entrada preparados por la especialidad de Epstein, y hoy reciben el desprecio de muchos de sus aduladores.
Y cómo olvidar al Rey del Pop, Michael Jackson, quien en su mansión llamada Neverland introducía a niños en una infraestructura tipo parque de diversiones para perpetrar sus más finos abusos a menores inocentes, engañados por su fama y popularidad y al final ―repito― pasan al olvido, por el silencio que pagan con sus millones.
Hoy en día, miles de menores, ―aplaudidos estúpidamente por sus padres― son presa fácil para estos depredadores al verse expuestos en las vitrinas carnales de las redes sociales, para reclutarlos para sus orgías y para el tráfico sexual. A un click con el mouse, es “normal” y de moda ver a niños y niñas en TikTok, Facebook e Instagram en paños menores, haciendo bailes obscenos, engañados por adultos mediante el grooming para luego abusar de ellos, sumado al dinero fácil y el falso éxito.
El mal está hecho. Ya veremos si este escándalo llega a poner tras las rejas a los abusadores de menores quienes, cegados por la lascivia y concupiscencia, destrozan sin compasión a los más débiles e indefensos de nuestra sociedad.
