Opinión

El gran reto para el 80 aniversario de la UCR

Vivimos tiempos difíciles, solamente escuchar la palabra pandemia provoca temor y confusión, incertidumbre de no tener muy claro a lo que nos enfrentamos.

Vivimos tiempos difíciles, solamente escuchar la palabra pandemia provoca temor y confusión, incertidumbre de no tener muy claro a lo que nos enfrentamos. El mundo, como lo conocíamos hasta ahora, ha cambiado; aunque haya voces pidiendo que continuemos con nuestras vidas como si nada hubiese sucedido.

Tampoco es como antes la educación superior, un traslado de emergencia a la virtualidad como solución ha generado ansiedad en la comunidad universitaria. Algunos docentes que nunca antes habían usado herramientas virtuales se han forzado a hacerlo, otros simplemente han decidido trasladar las lecciones expositivas a una videoconferencia sincrónica en el horario del curso y otros ni siquiera se toman la molestia de ofrecer soluciones al estudiantado.

Diversos estudios epidemiológicos y modelos matemáticos han demostrado la efectividad de las intervenciones no farmacológicas en el control de la expansión de la epidemia.  Al controlar la transmisión de persona a persona, medidas como el distanciamiento físico, cierre de fronteras, limitar la movilidad y cerrar centros educativos parecen ser la única opción que tenemos en este momento para no saturar los servicios de salud y con ello evitar que mueran personas que de otra forma no se podrían salvar, tal y como se ha reflejado en los terribles números de fallecidos en países como Italia, España y Estados Unidos. No hay vacuna, no hay medicamentos que sean la cura definitiva y si bien, como nunca antes, la ciencia a toda máquina busca opciones para cambiar este dilema, no será en un corto plazo que se cuente con alguna alternativa.

Frente a esta realidad, la Universidad debe contemplar el panorama al que nos enfrentamos, no es seguro que el segundo semestre de este año pueda retomarse las actividades presenciales al cien por ciento. Incluso si se relajan las medidas sanitarias tomadas por el Gobierno, ante un incremento de casos en cualquier momento deberá echar marcha atrás y nuevamente implementar las medidas más fuertes tomadas hasta este momento, incluyendo el cierre de los centros educativos.

Esta es la realidad, no hay otra; a pesar de que hay una transición en las autoridades universitarias, es imperativo que quienes se encuentran en este momento a cargo de la toma de decisiones inicien mesas de trabajo con las diferentes escuelas, que tomen en cuenta a los docentes (muchos interinos) que han intentado amortiguar el impacto de esta transición en el trato directo con el estudiantado.

Se puede pensar en diversos escenarios como mantener la virtualidad un semestre más, limitar la virtualidad a actividades teóricas y retomar presencialmente solo laboratorios y prácticas con las medidas sanitarias de rigor, tener la capacidad de interrumpir en cualquier momento lo presencial para retomar la virtualidad y considerar el impacto que esto va a tener en la enseñanza de cada disciplina, en su proceso pedagógico, pero también en la psique de cada miembro de la comunidad universitaria. Es un reto enorme, pero nuestra universidad en su 80 aniversario cuenta con los recursos humanos y materiales para poder enfrentar un desafío de tal envergadura.

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