El esbirro académico comparte con el resto de los miembros de su especie un gusto especial por las sombras, pero se diferencia de sus congéneres en que, en vez de recurrir a la violencia física, recurre a la inmaterial. No podía ser de otra forma puesto que su propósito principal no es destruir cuerpos, sino la humanidad que los habita.
Para cumplir con ese objetivo, el esbirro académico convierte la observación etnográfica de los demás en uno de sus quehaceres fundamentales, ya que la información que obtiene le resulta esencial después para sembrar dudas sistemáticas sobre las personas a las que adversa, a quienes presenta como ímprobas, malintencionadas, ineficientes, perversas e ignorantes.
No es inusual que el esbirro académico se camufle como alguien profundamente preocupado por la suerte de sectores sociales vulnerables, ya que esto le facilita los mínimos indispensables de confianza y respeto para realizar una observación más eficiente de aquellos a los que acecha.
Rara vez el esbirro académico deja escuchar su voz en los medios de comunicación colectiva o en las redes sociales, ya que por naturaleza prefiere un perfil bajo; pero cuando se manifiesta, se asegura una y mil veces, antes de opinar, que su criterio navegue a favor de la corriente, nunca en contra.
Descubrir al esbirro académico es muy difícil en épocas normales, pero cuando el poder al que sirve se abisma en una crisis, el esbirro inevitablemente deja su huella en las listas negras que levanta, en los comunicados que promueve y firma, en los correos electrónicos infidentes que envía y en las injurias y calumnias que difunde y quedan en la memoria de quienes las escucharon.
Como todos los de su especie, el esbirro académico anhela que el poder al que sirve lo honre públicamente, de manera que su paso por este mundo merezca por lo menos una breve nota a pie de página en la historia universal de la infamia.
Rara vez el poder lo premia, pero cuando lo hace, lo premia a medias y disimuladamente, ya que por más desprestigiado que ese poder esté, tratará de no sumar a su desprestigio el repudio generalizado que el esbirro académico concita.