Recientemente ingresé a la Ciudad de la Investigación de la UCR por la entrada noroeste (carretera hacia Sabanilla) y me encontré con la gran sorpresa de la construcción de un edificio que, de acuerdo con el rótulo de la Oficina Ejecutora del Programa de Inversiones (OEPI), ahí colocado, se trataba del Centro de Diagnóstico para Cáncer, Simulación y Cirugía Mínimamente Invasiva. Me refiero a “sorpresa”, pues yo, que trabajo en el tema de cáncer, no sabía absolutamente nada al respecto. De inmediato, contacté a un par de colegas de la UCR, quienes trabajan el mismo tema, para preguntarles acerca de este nuevo proyecto y, ¿cuál fue mi segunda sorpresa? El enterarme de que tampoco conocían el asunto —aunque sí sabían de su construcción, pues trabajan en edificios aledaños—. Ya éramos, entonces, tres grupos de investigación que trabajamos con la temática del cáncer en la UCR, que no contábamos con información ni del origen ni del propósito de esta edificación.
Ahora bien, no resulta una novedad el hecho de que la descoordinación esté presente en la Universidad de Costa Rica. Sin embargo, ¿qué habría sido lo ideal en este caso? Desde mi punto de vista, congregar a todos los grupos que trabajan en la temática del cáncer y ubicarlos en un mismo edificio. ¿Esto para qué?, para así maximizar la infraestructura y los equipos, en lugar de tenerlos desperdigados en diferentes facultades, escuelas o centros de investigación, con limitaciones de comunicación que restringen la mejora a partir del intercambio de ideas. En todo caso, el tema de fondo no es precisamente este. Más preocupado aún, hablé con otras personas de la Institución, quienes asumí deberían estar participando o, cuando menos, estar enteradas, pero tampoco sabían nada al respecto.
Tras conversar con un grupo de colegas en el área de cáncer, se me informó que era un proyecto que no tenía una unidad académica como base (a mi criterio debería ser la Escuela de Medicina), sino que, más bien, estaba bajo la administración de la Vicerrectoría de Docencia. Esto me llamó poderosamente la atención, ya que si bien no debería de estar bajo el amparo de ninguna vicerrectoría, en caso de estarlo, debería ser bajo la tutela de la Vicerrectoría de Investigación. Esto por la índole del potencial “Centro de Diagnóstico para Cáncer”. En este sentido, desconozco la razón por la cual dicha Vicerrectoría no está al frente de este edificio.
El pasado 31 de julio, en medio de la construcción del citado edificio, el señor Rector le envió al Dr. Rodrigo Carboni Méndez, Director del Consejo Universitario, el oficio R-5254-2018, en el que se indica: “Dadas las austeras medidas del gobierno para prevenir una crisis fiscal que también afecta el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) y, por ende, el presupuesto de la Universidad de Costa Rica (UCR), le comunicamos que la Administración se ha planteado desde ya, estrategias de contención del gasto para evitar un descalabro más profundo ante la estrechez de los recursos…”.
Entonces, estamos frente a una inconsistencia. Si bien, debemos de estar de acuerdo con que se tomen medidas de contención del gasto, este edificio y algunas otras situaciones en la UCR nos reflejan acciones contrarias en este sentido, acciones que deben ser, de inmediato, aclaradas por las autoridades universitarias. Por ejemplo:
- ¿Dónde están los estudios que justifican la creación de este Centro de Diagnóstico?
- ¿De dónde surgieron los fondos para construir este edificio?
- ¿De dónde surgirán los fondos para la compra y mantenimiento de los equipos necesarios mínimos para que este centro pueda operar?
- ¿Cuál unidad base o cual persona lo planteó ante la Administración Universitaria?
- ¿De dónde saldrán las plazas que requiere un Centro de esta naturaleza?
- ¿Por qué la Vicerrectoría de Docencia lo está administrando, y no una unidad base, como debería ser, o cuando menos, la Vicerrectoría de Investigación?
Recientemente, vimos en CRHoy que la nueva infraestructura en la UCR “no permitió reducir lo que la entidad gasta en alquileres, ya que gran parte de los inmuebles ocupados bajo esta modalidad siguen devengando gastos a favor de contratistas privados”. De manera que, si había plata y “sobraba” como para gastarla en un edificio sin justificación alguna. Con una buena planificación habría sido mejor construir un edificio para reunir muchas de las oficinas especiales, centros de investigación y programas que alquilan edificios alrededor del Campus Rodrigo Facio en Montes de Oca, los cuales, solo para el año 2018, representan ₡514.389.696 millones en alquileres. Esto sí debería ser una medida urgente de contención del gasto.
En fin, la comunidad universitaria y nacional esperan respuestas. Ojalá que se publiquen en el siguiente número de este Semanario. Esperamos que sean satisfactorias y que vayan en la línea de evitar un descalabro más profundo y una crítica más ácida por parte de la opinión pública hacia nuestra querida Universidad de Costa Rica.