Opinión

El delantero de Dios

Se sentía como la Santísima Trinidad del equipo: entrenador, dueño y delantero. Se describía a sí mismo, de modo petulante, como “la cabeza pensante”.

En un bello domingo, a plaza llena, se jugaba la final del torneo. El portero patea el balón a un costado. El lateral se luce con un desborde supremo, apoyado por un mediocampo al mejor estilo de aquel Brasil de México 70. ¡Se contabilizaron un total de quince pases antes de llegar al área enemiga! Al final, un artesano del balón lo filtra en pase magistral al susodicho delantero. Este, en solitario y frente al marco, con el cancerbero vencido, corona la bella jugada con un pésimo golpe de balón que se va por la línea final del campo.

¡Estalla entonces el enojo de sus compañeros que lo terminan insultando!

—¡Un momentito, un momentito señores!—, dice el delantero en su defensa. —Esta jugada venía mal desde atrás. ¡Dios es mi testigo!

Escuché esta jocosa anécdota en una tertulia a las afueras de una panadería en Coronado. Todo aquello en medio de un típico y contagioso jolgorio de carcajadas de los presentes.

De vuelta a mi casa, mientras caminaba con el pan bajo el brazo, medite un poco en el asunto. Concluí que historias como esas no eran pueriles, que ellas nos desnudaban de cuerpo entero a los ticos. “La jugada viene mal desde atrás”, que en apariencia suena folclórica e inofensiva, puede describir muchas de las conductas que materializan muy bien nuestro colectivo comportamiento como ciudadanos de este país.

Dubitativo, repetía yo aquella frase en mi cabeza, imaginando al mismo tiempo en el juzgado penal, a los protagonistas del caso “cochinilla”, a los imputados en el caso del “cementazo” y la inconclusa trocha fronteriza, a los defraudadores del fisco, a los funcionarios públicos y privados que aceptaron dádivas y favores sexuales, a todos ellos y ellas que, tal vez para escapar y expiar sus culpas, podrían perfectamente justificarse ante el error como aquel simpático delantero que, lavándose las manos como Pilatos, explican ante el tribunal en tono desafiante y sin atisbos de arrepentimiento: Mire usted señor juez, que la jugada venía mal desde atrás. Todo ello pensado para intentar exponerse como objetos de las imprecisiones, el caos, la maldad y la alevosía de otros que buscan hoy machacar su honor.

Spinoza decía que la verdad suele durar dos segundos más que sus enemigos, lo que quiere decir que al final podríamos ver la luz en este camino plagado de corrupción y redes mafiosas. Que los jueces y los fiscales de la nación hagan su trabajo, pues, en un Estado de Derecho, nadie, ni el más rico ni el más humilde de los habitantes, debería de quedar impune después de cometer semejantes atrocidades contra las frágiles finanzas del Estado costarricense. Así crean que Dios es su testigo, o, mejor dicho: su abogado de oficio.

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