Opinión

El camaleón

En el imaginario nacional emergió una fuerza insospechada o ignorada por la soberbia de los estrategas de las redes sociales

 

En el imaginario nacional emergió una fuerza insospechada o ignorada por la soberbia de los estrategas de las redes sociales que, al mejor estilo del señor del planeta: Trump, asesoraban técnicamente a los candidatos.  Otros eran ideólogos de los partidos anclados en la retórica de las falacias, la bonanza de la teoría del derrame o el discurso populista incendiario, que proclamaba la redención de un chauvinismo a ultranza. El relato resultó atractivo en las tres últimas décadas del siglo XX y en la primera década del presente siglo. ¿Qué sucedió? ¿Dónde está la falla?, discutían los especialistas y demás consejeros que vieron cómo caían sus sueños de seguir engrosando el erario público.

La Opinión Consultiva OC-24/17 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) desató los profetas que anuncian la “buena nueva” y la cruzada de la fe de las iglesias católicas y evangélicas pentecostales en contra del Programa de Estudio de Afectividad y Sexualidad Integral (guías sexuales), el aborto, la homofobia y la fecundación in vitro.

Para que observen y reflexionen: ¿hospitales de sanación que curan todos los males del cuerpo y del espíritu? ¿Se imaginan ustedes excluir todas las especialidades médicas de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) por los hermanos de la palabra? Todas estas manifestaciones de la fe exacerbaron el alma de la familia costarricense y provocaron que pasara a quinto plano el tema urgente del déficit fiscal; además de la infraestructura vial, la pobreza y sus repercusiones en el ámbito de la seguridad y otros. Hasta el pariente Pacheco de Uccaep, con cierto cinismo, admitía que a este Gobierno le faltó implementar la agenda fiscal y que ellos estaban dispuestos a colaborar.

En otro escenario, el ambiente electoral fue insustancial para los votantes que suspiraban con nostalgia por aquel pasado de banderas en los techos, carros, buses, plazas públicas y avenidas. Eran los anónimos sin acceso al tejido de las redes sociales; en otras palabras, nada de teléfonos celulares, nada de tabletas y esas cosas satánicas de la tecnología, que además sufren la exclusión del bienestar social: el pan de cada día.

En el otro frente, las redes sociales bullían los ataques viscerales con verdades a medias, mentiras, insultos, agresiones, ripostas condensadas en ese espectro de la mitología incendiaria y de los estereotipos más burdos de los “troles”. (Troll es un anglicismo que viene a desdoblar las perversiones del alma gemela de más de un ciudadano que se refocila como buen voyerista). En otro bando estaban los escépticos, los que no entendían esas reyertas de un pasado que se decía glorioso y reivindicaban hazañas. Esos sellaron su participación silenciosa mediante el rechazo de una disputa sin sentido. Además, no pueden quedar afuera los devotos de los partidos que marcaron línea, o los quebradores de voto, según el color del camaleón.

El debate dio paso a los que plegaron bajo las consignas de la fe y su diatriba de la tierra de leche y miel contra los que niegan los valores cristianos y representan los pecados de la carne, destruyen la familia y harán de Costa Rica poco más que la bíblica Sodoma y Gomorra del Antiguo Testamento. Eso según palabras de un rico comerciante de Tibás que trata de convencer a cuanto cliente llega a su tienda de lujosos cachivaches. Así, Costa Rica se envuelve en un discurso luminoso y sombrío, con el cálculo político de los camaleones del pasado que sí saben hacer política (gesticulan compadrazgos y acuerdos debajo de la mesa y tratan de sacar el mejor partido para sus intereses).

Una vez más se vuelve estribillo la Cruzada Nacional para salvar a la Patria (imagínense a los pastores prosternarse en la Asamblea Legislativa y amenazar con el fuego eterno a los impíos). Pero, los inmaculados y profetas no se quedaron en cadenas de oración vía YouTube, Facebook y otros intrincados laberintos de la fe. ¿Contaron con la colaboración de los diezmos financieros de más allá de las fronteras y de más acá? Y, si no hay contradicción entre el poder y la fe, como lo dijo un sacerdote, ¿para qué la educación y los saberes que han develado la ignominia de la condición humana?

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