Opinión

El adultocentrismo contra Greta Thunberg

Están en todas partes, independientemente de su credo religioso, estatus económico o preferencia política

Están en todas partes, independientemente de su credo religioso, estatus económico o preferencia política: odian y defenestran a más no poder a la joven Greta y ¿por qué no? a cualquier joven que piense y actúe como ella: sin miedo. Muchos, incluso, a pesar de luchar en causas semejantes, alegan su “no apoyo” debido a que la joven sueca es de piel blanca, europea y seria.

Sus detractores aducen falacias y acusaciones que rayan en lo ridículo y absurdo, consideran que es un títere de grandes transnacionales y gobiernos de todo tipo para beneficiar o perjudicar, según sus alocadas cabezas, precisamente, a lo que está ayudando a crear: conciencia sobre la importancia de actuar contra el cambio climático y sus nefastas consecuencias.

A la joven se le achaca y critica que, con apenas 16 años, la ONU y la opinión mundial centraron su atención sobre ella cuando hace un año habló de manera clara, crítica y contundente al  mundo entero en una conferencia de las Naciones Unidas, sobre el cambio climático.

La mesa estaba servida para que tirios y troyanos le atacaran de todas las maneras posibles.

Y es que si hay algo que el adultocentrismo no perdona es que alguien joven, consciente y preparado sea más capaz y valeroso que ellos para emprender luchas que los primeros ni siquiera alcanzan a comenzar, a pesar de toda una vida de palabras y nada de hechos concretos.

El hecho de que el mensaje de Greta calara tanto no se debe a su tono de piel, dinero o posición social, sino que es resultado de lo que implica el mensaje en sí: un llamado desesperado a la consciencia social de la humanidad.

Preocuparse porque otros lo han dicho y no han tenido el mismo impacto, no solo demuestra mezquindad y mediocridad de primera clase, comprueba cómo bajarle el piso a cualquiera que brille en áreas en las que los odiosos no pueden, resulta un deporte a nivel mundial y no exclusivo de nuestras tierras.

Greta trae consigo un mensaje grato, gratísimo, que por sí solo resulta non grato para cualquier adulto que pase burlándose de los millennials o jóvenes de cualquier tipo.

Para muestra un botón: las burlas de las que son víctima los jóvenes de hoy en día, en donde se les achaca pasar dormidos o absortos en sus teléfonos celulares, aun cuando son estos mismos jóvenes quienes han levantado los movimientos sociales que tienen temblando a media Sudamérica, demuestran que quienes han estado durmiendo el sueño de los justos han sido en realidad los adultos que han permitido las violaciones de sus Derechos Humanos, desde hace décadas.

Valga recalcar que parte de las críticas se basan en ataques personales a su forma de vestir y de actuar. Le atañen que casi no sonríe como si eso demostrara per se una discapacidad física o mental. Si de ponernos serios se trata hay que ser directos, el tema no da para risa ni chistes patriarcales.

Menospreciar su misión y excelentes resultados puede inconar el ego de muchos que, incapaces de mover un dedo desde sus mullidos sillones, despotrican sin ton ni son contra una joven a través de las Redes Sociales en una clara muestra de desprecio hacia la juventud.

Considerar la supremacía del adulto como la única para ser tomada en serio, demuestra la poca capacidad de crítica y de humanismo imperante en el mundo moderno, precisamente, el mundo que los adultos han creado y del cual se viven quejando.

Apoyar a Greta no es expandir un estereotipo, es otorgar la voz que clama en desiertos de odio y selvas de concreto en donde la criatura más rapaz o depredadora siempre encontrará intersticios en los cuales ocultarse para atacar cuando menos se le espera y de manera despiadada al que considera su próxima víctima, la más vulnerable.

Greta Thunberg es una heroína en todo el sentido de la palabra, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese.

Esperemos que tal como existe una lucha real, pero invisible contra el machismo, el adultocentrismo también llegue algún momento a su necesario fin para que, de esta manera, logremos escuchar el mensaje sin defenestrar al mensajero.

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