Fui investigadora del Instituto de Investigaciones en Salud (Inisa) a principios de los años 80 cuando el Dr. Leonardo Mata Jiménez era el director. Creo que más que subalterna fui su alumna y quiero resaltar sus cualidades como investigador que lo hizo merecedor de varios premios nacionales e internacionales en el campo de la salud humana. Era una persona estructurada para realizar el trabajo, le dedicaba muchas horas y esperaba esa dedicación de sus más cercanos colaboradores. En ese entonces el instituto albergaba profesionales de diferentes disciplinas del área de la salud y de las ciencias sociales los cuales conformaban un equipo de trabajo multidisciplinario.
El procuraba que hubiera una comunicación constante a través de reuniones de trabajo y de revisión de artículos científicos para conocer los avances de los diferentes proyectos. Esto brindaba un aprendizaje enorme de cómo diferentes disciplinas se entrelazaban para dar respuesta a los problemas de salud más importantes del país. Era frecuente que visitara autoridades de gobierno y de hospitales para compartir los resultados de las investigaciones y dar a conocer los resultados. Siempre nos decía que un laboratorio de microbiología debería estar preparado para la aparición de un brote o una epidemia y tener el conocimiento y los materiales suficientes para enfrentar la emergencia y de esa manera servirle al país.
Sus frecuentes viajes a diferentes partes del mundo a dictar conferencias era la constante en una época en que no eran usuales los viajes al exterior. Esto le permitió forjar alianzas con grupos de investigación y a su llegada se reunía para compartir con nosotros lo aprendido. Además traía, en su equipaje, microorganismos, medios de cultivo, cultivos celulares entre otros, para poder desarrollar nuevas técnicas diagnósticas. Por medio de esos viajes lo visitaban profesionales extranjeros y eso nos permitía enriquecer nuestro quehacer diario. En esa época era uno de los pocos científicos costarricenses reconocido internacionalmente. Esto se debía a su gran facilidad para escribir en inglés y en español y su capacidad para el análisis de los datos. Como consecuencia, su producción científica en materia de publicaciones era enorme.
Además tenía una gran facilidad para la consecución de fondos a través de agencias internacionales. Esto le permitió liderar numerosos proyectos de investigación, construir una de las alas del edificio del Inisa y la obtención de dos automóviles para realizar el trabajo de campo. Aunque todas estas actividades son comunes en muchos investigadores de hoy en día, él lo hacía únicamente a través de llamadas telefónicas, cartas y visitas a centros de investigación en el exterior. Creo que su éxito como investigador radicó en la conformación de equipos de trabajo multidisciplinarios pero sobre todo su dedicación inmensa al trabajo.
Su fructífera vida como investigador lo llevó a estudiar diversos temas sociales. Estuvo investigando por los años 90 diferentes aspectos de la Guerra del 48, un tema que realmente lo apasionaba y que lo llevó a realizar entrevistas con políticos y personas de la época que vivieron de cerca ese período de la historia costarricense. Posteriormente su gran conocimiento de la epidemiología lo llevó a estudiar temas relacionados con diferentes poblaciones como el homicidio en Costa Rica, entre otros. También disfrutaba de las artes sobre todo de la música. Era visitante frecuente de los conciertos en el Teatro Nacional los domingos por la mañana y de los “Martes por la noche” de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica. Además, disfrutaba tanto del canto lo que lo llevó a tomar clases particulares.
Compartía muchos detalles de su vida personal con los que trabajamos muy de cerca con él. Su infancia en Santa María de Dota en donde lo declararon “hijo predilecto” y su secundaria en el Liceo de Costa Rica. Siempre recordaba con mucho cariño a sus compañeros de bachillerato y sobre todo aquellos que habían destacado en el país en diferentes campos. En la Facultad de Microbiología hablaba de sus maestros y hacía especial mención al Dr. Alfonso Trejos Willis, su consejero y mentor. Recordaba constantemente sus años como Director del Laboratorio de Microbiología en el Incap de Guatemala y su querido pueblo “Santa María Cauqué”, en donde hizo uno de sus estudios más importantes. Sentía un profundo cariño por los guatemaltecos, siempre añorando esos años vividos.
En los últimos tiempos me visitaba con frecuencia en la Universidad y nuestras conversaciones versaban sobre el ambiente universitario, la política nacional, sobre sus hijos y sobre la vida.
Aunque no fue un profesor como lo entendemos actualmente, los profesionales que trabajamos con él en aquellos años tuvimos que aprender que lo que él decía era su filosofía: dedicación al trabajo, deseos de seguir estudiando para la obtención de un posgrado y sobre todo publicar los hallazgos de las investigaciones.
Paz a sus restos.