Opinión

El disidente Leonardo Padura

A finales del mayo pasado aparecieron en la prensa comercial y no comercial costarricense entrevistas a Leonardo Padura (n.1955).

La del Semanario UNIVERSIDAD fue titulada “Yo soy un escritor, no un disidente” (N° 2182), quizás porque el escritor cubano reaccionó con esa frase a la insistencia con que una funcionaria de La Nación S.A., en su propia conversación con Padura (“Tengo que aferrarme a la realidad para poder escribir”, 27/5/17), quiso sacar de él alguna revelación sobre el acoso y castigo que artistas y escritores que no coinciden con el régimen político recibirían en la isla. La funcionaria se fue en blanco.

Si bien las réplicas de Padura resultan comprensibles (él ha vivido siempre en La Habana y ha editado sus textos dentro y fuera de Cuba y, también, escribe desde sí mismo) incluyen también un sesgo.

Desilusionado por la trayectoria del régimen cubano (específicamente por su sujeción económica a la experiencia soviética que terminó en una crisis sin precedentes con el fin de la URSS), Padura rechaza las etiquetas políticas y opta por los vínculos cara a cara de la existencia humana y los parajes de la existencia cotidiana que les sirven de contexto.

Así, para él, ‘disidente’ resulta una mala palabra por su alcance restrictivo: él no se pronuncia políticamente sobre el régimen cubano vigente sino que escribe sobre él mismo y las existencias de personas, cubanas y no cubanas, que convocan su imaginación de escritor.

De esta manera resulta un “disidente” existencial, pero no político-partidista, ya que aunque objeta la trayectoria pública de Cuba (iniciada en 1959, cuando él era un niño) no se pronuncia directamente sobre ella: hace literatura sobre vínculos cara a cara, sobre existencias que se mueven dentro de lo político y la política.

Confirma así una tesis básica: no resulta factible eludir lo político para un individuo humano en cuanto es factor constitutivo de la subjetividad a la vez íntima (identidad) y expresiva.

Y se puede optar por no pronunciarse abierta y frontalmente sobre la política para no incidir ni ser ‘contaminado’, pero sin renunciar tampoco a condenar lo que en ella parece expresión de lo político: la existencia cotidiana y las mismidades de cada cual.

En su primera declaración a la funcionaria de la prensa empresarial costarricense, Padura contesta: [la pregunta en parte dice: “Usted se quedó en la isla y ha dicho que no todos son capaces de “imponerse sobre sus miedos”, sin juzgar a los que se fueron]: “Esto tiene que ver con la vida de las personas, la vida de la gente se va haciendo de maneras que a veces no son predecibles; van ocurriendo acontecimientos y decisiones que después se suman, se concatenan y se convierten en la vida de una persona.

Decidí seguir viviendo en Cuba como algo absolutamente normal: es lo que quería hacer, es lo que tenía que hacer, en una época económicamente muy difícil para el país en la que no teníamos nada: faltaba la electricidad, faltaba el papel… Yo estaba en el principio de un momento creativo muy importante y decidí que lo más importante era la creación. Me quedé en Cuba escribiendo en condiciones muy precarias en lo económico, sin tener editores en Cuba ni fuera de Cuba. Y también fue porque siento un fuerte sentimiento de pertenencia y creo que pertenecer a un contexto, a una cultura, a una identidad es básico para mí.

Todas estas cosas se dieron de manera natural”. Un fuerte sentimiento de pertenencia ‘natural’ existe en Padura. Pero este sentimiento no resulta obligatorio ni idéntico para todos.

Vista la forma y contenido de la funcionaria de La Nación S.A. salta a la vista que ella inquiere desde el prejuicio que estima que desde Marx se sigue por necesidad Stalin y que contra el totalitarismo ‘de izquierda’ (Cuba) resultan ‘buenos’ dictadores de derecha, el dominio del gran capital o la feliz democracia costarricense, enmarcados en un feroz o displicente criterio postmoderno de rechazo a toda emancipación por no factible. Tampoco aquí milita Padura.

El escritor cubano quizás desea, por contraste, una existencia en que la economía funcione para todos y no destruya el planeta y sea así base de una existencia personal preñada de encuentros y acompañamientos humanos. Y que los encuentros y acompañamientos nutran gobiernos de todos para todos.

Esta imaginada existencia del escritor quizás no resulte compatible con el capitalismo ni tampoco con los socialismos hasta ahora experimentados. Pero también confirma que tal vez Padura sí sea un disidente en lo político.

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