Opinión

Discursos incongruentes

Estos años que he estado cursando la Universidad, he intentado involucrarme de manera activa dentro de algunos movimientos sociales

Estos años que he estado cursando la Universidad, he intentado involucrarme de manera activa dentro de algunos movimientos sociales, lo cual me ha permitido generar muchísimas reflexiones y autocríticas que he compartido anteriormente. Debo señalar que cada uno de estos procesos reflexivos ha provocado una serie de sentires y pensamientos, incluido el dolor; ya que intentar encauzar procesos personales de ruptura, duele; y más cuando estos procesos pasan por nuestros cuerpos.

Las reflexiones que comparto son producto de las experiencias vividas dentro de las manifestaciones del movimiento feminista y el movimiento LGBTIQ. Cabe mencionar que las críticas se relacionan con los escenarios en los cuales me he desenvuelto, es decir, no intento generalizar que estas situaciones se replican en ambos movimientos de la misma manera, ya que hacer esta afirmación sería despojarlos de su carácter polifórmico y heterogéneo, y esa no es mi intención.

Primeramente, debo hacer alusión a las contradicciones que he encontrado en algunos de los discursos de personas que participan dentro del movimiento feminista. El ejemplo con el que decidí iniciar, se relaciona con el empleo del lenguaje inclusivo, el cual corresponde a una de las luchas por los derechos de las mujeres, específicamente, una lucha política; pues, una de las premisas que articula este movimiento consiste en que lo personal es político.

Hace unas décadas en Costa Rica, se discutía de manera beligerante la aprobación del derecho al sufragio por parte de las mujeres. En esta misma época, sobresalieron discursos de mujeres que intentaban deslegitimar la lucha, pues consideraban que “ya tenían los derechos suficientes”. El mismo argumento conformista que algunas mujeres sostienen.

Otro ejemplo concurrente refiere al empleo de adjetivos feminizados con la intención de ofender o rechazar, tales como “ese mae es una perra”, “pateas como una vieja”, “no seas loca”, entre otros. Claro, dentro del sistema patriarcal, ser mujer (biológicamente) o poseer rasgos feminizados socialmente es sinónimo de exclusión y opresión.

Por otra parte, se encuentran los discursos incongruentes con respecto a los derechos de la población LGBTI.

En primera instancia, uno de los principales ejemplos cotidianos consiste en el siguiente: cuando observan un partido de fútbol (personalmente, considero que este deporte es un elemento constituyente de la masculinidad hegemónica), ofenden a los jugadores con adjetivos despectivos como: “maricón”.

Del mismo modo, muchas personas solo validan los derechos de los homosexuales “que no son tan gays”, es decir, que reflejan características masculinizadas. Por ejemplo, analicemos algunos de los discursos de personas de la población LGBTIQ con respecto a la pasada Marcha del Orgullo Diverso, en donde se parte de argumentos conservadores que apelan a un “respeto” que responde a la estructura moral; intentando homogeneizar todas las acciones que conforman el repertorio de lucha de este movimiento.

Además conciben la bisexualidad como una etapa de confusión, pues “son unos gays y/o lesbianas reprimidas que no desean salir del clóset por miedo”. Al final, dentro de las seis letras (L-G-B-T-I-Q) se definen relaciones jerarquizadas de poder.

El último ejemplo, al enterarse que alguna persona se define como gay, lesbiana, bisexual o no se define (teoría queer), pero su orientación sexual es disidente, se encargan de contarle a las demás personas la orientación sexual de esa persona ¿Por qué no se hace cuando alguien es heterosexual?

¿Cómo intentamos generar procesos de transformaciones, sin generar procesos de autorreflexión? No se puede luchar contra el sistema patriarcal, cuando legitimamos manifestaciones de este. Intentemos que nuestros discursos sean congruentes, sin importar el escenario social en donde nos encontramos. Comprendamos que reproducir estas acciones es validar la estructura desigual y opresora que nos sigue jodiendo la vida.

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