Opinión

Del personal UCR para Costa Rica

Debo confesarlo: cuando leí la tercera semana de marzo que el Gobierno proponía un nuevo impuesto a los asalariados para financiar la emergencia por la pandemia COVID-19

Debo confesarlo: cuando leí la tercera semana de marzo que el Gobierno proponía un nuevo impuesto a los asalariados para financiar la emergencia por la pandemia COVID-19, mi reacción inicial fue “¡no más! ¿hasta dónde va a llegar la voracidad fiscal?”, pero poco a poco fui entrando en razón. Ayudó el valiente artículo de opinión de Jorge Vargas Cullel titulado “Recorten mi salario durante la emergencia” (La Nación, página quince, 29 de marzo), así como el mensaje de la Rectoría de la UCR “El reto de arrinconar dos males: el virus y el hambre”, del 30 de marzo.

Con la conciencia ya vulnerable, la penetraron hasta el fondo dos ejemplos muy cercanos. Primero llamó María, amiga de nuestra familia, para hablar con mi esposa. María vive con su esposo y tres hijos pequeños en una zona rural. Tienen varios meses de estar sin trabajo por diferentes circunstancias, ahora agravadas por la pandemia. Conversaron un rato y le contó que habían llegado unas personas de la iglesia para ofrecerle ayuda con alimentos, pero ella dijo que no, que por favor se los dieran a otros que sabe que están más necesitados, pues ella y su familia estaban saliendo adelante con las ayudas que ya han recibido.

Después me llamó José, otro amigo, para pedirme consejo. No uso su nombre real porque sé que prefiere permanecer anónimo. José tiene 22 meses buscando trabajo, saliendo adelante con “camarones” ocasionales; una consultoría que inició recientemente se vio truncada por la pandemia. Varios conocidos le remitieron la información sobre el bono Proteger, instándolo a presentar su solicitud. Sin embargo, José sabe que con lo que había ganado con la consultoría le debería alcanzar para unos pocos meses, entonces me preguntó si yo respaldaría su decisión de NO pedir ahora ese bono del Gobierno, “pues yo sé que hay mucha gente con más necesidad que yo”.

Ante lo anterior, no puedo menos que decir “¡presente!” a la campaña de la UCR “Es tiempo de actuar”. Haré mi contribución voluntaria para ayudar a equipar a cada estudiante que tiene limitaciones para llevar los cursos de forma virtual, con aquellos recursos tecnológicos que le permitan hacerle frente a su nueva realidad académica. Será mi granito de arena a este aporte del personal de la UCR a la sociedad costarricense, porque estoy convencido del valor de la educación superior pública. A cambio, solamente pido que los funcionarios universitarios que lideran este esfuerzo establezcan una meta específica del monto por recaudar (debidamente desglosado y justificado, como se nos exige a los investigadores al formular un presupuesto en el SIPPRES) y que rindan cuentas transparentes y oportunas sobre lo recaudado y cómo se está utilizando. A usted, que lee estos renglones, le pido considerar seriamente no dar sólo de lo que le sobre. Como María y como José.

“Jesús se sentó frente al lugar donde se depositaban las ofrendas, y estuvo observando cómo la gente echaba sus monedas en las alcancías del templo. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: ‘Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Estos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento’”. La Biblia, Evangelio según San Marcos, capítulo 12:41-44.

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