El 2 de diciembre de 1901, cuando estaba en su apogeo una nueva fase de la Doctrina del Destino Manifiesto (“La Providencia escogió a Estados Unidos para llevar el orden y la civilización a todo el mundo”), Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos entre 1901y 1909, lanzó la proclama y política conocida como el “Gran Garrote”. Ahí afirmaba: “Habla quedamente pero lleva un buen garrote, así llegará muy lejos” en la defensa de los intereses de Estados Unidos.
En realidad, ese manifiesto estaba en absoluta concordancia con las ideas y acciones de ese político, quién desde la década 1880 se había mostrado partidario de la expansión territorial estadounidense, en detrimento de las posesiones coloniales españolas en el Pacífico y en el Caribe.
Ese contexto explica el inicio de las intervenciones militares directas estadounidenses en toda América Latina. El Caribe se convirtió en “lago americano”, Cuba y Panamá adquieren la condición de protectorados.
Así, en 1903, con gran orgullo exclamaría el primer Roosevelt: “Me apoderé de Panamá”.
Resultado de todo lo anterior, el 6 de diciembre de 1904 proclamó lo que se conoce como “Corolario Roosevelt”, anexo o encomienda a la Doctrina Monroe de 1823 (América para los americanos), el cual postulaba: “Todo lo que este país desea es ver a sus vecinos estables, organizados y prósperos. Cualquier país en el que su gente se conduzca correctamente, puede contar con nuestra profunda amistad (…) pero los comportamientos incorrectos crónicos (…) requieren la intervención de alguna nación civilizada y en el Hemisferio Occidental el apego de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe nos obliga (…) a ejercer un poder internacional policial”.
Estados Unidos se convertía en el gendarme de la región. Se arrogaba el derecho de intervenir en los asuntos internos de otros países, incluso militarmente. Y en concordancia con las ideas racistas y colonialistas de entonces, Roosevelt apoyaría a Leopoldo II, autor de atrocidades cometidas contra el Congo Belga, justamente en el año 1906, año en que se recibió el Premio Nobel de la Paz.
Definitivamente, hay ¡Nobel…y “Nobel”!