Opinión

Del desencanto a la anomia

Más que ser reconocidos de modo inmediato como seres humanos, en la dinámica actual del mundo este tratamiento pasa por la reducción a la_condición_de sujetos.

Más que ser reconocidos de modo inmediato como seres humanos, en la dinámica actual del mundo este tratamiento pasa por la reducción a la condición de sujetos. Pero el sujeto, más que una condición antropológica, es una construcción intencional. Ser sujeto de algo, ya derechos, ya cualidades, no es sino una artificialidad histórica de naturaleza política.

Constituido por integración de delimitaciones de sentido y significado, provocados, incidental y colateralmente, por la normatividad vigente que cohesiona las distintas comunidades humanas inmediatas al constituir una sociedad específica, la condición de sujeto posee una dimensión cívica asociada, una identidad política: la nacionalidad. Por ello es tan difícil ser extranjero.

La identidad nacional emerge del imaginario nacional. Esta identidad se corporaliza en personas reales a través de una reacción emocional: el orgullo nacional. Es así como la emoción de nuestra alma encauza la voluntad de nuestro espíritu.

La persona real es pues corporalización del perfil de sujeto vigente en un momento histórico político particular. Responde por ello, conductual y valorativamente, a la realidad histórica que vivencia. Esa realidad es la que engloba normativamente a la diversidad de comunidades inmediatas en las que la persona existe de modo material-simbólico y que constituyen su mundo, o sea lo que para él tiene sentido y significado. La solidez de ese mundo descansa en su normatividad.

Justo por ello es que va más allá de la simple regulación jurídica objetiva. Constituye más bien un ethos. La ley es la eticidad de una sociedad. La persona entendida como corporalización del sujeto, subjetiva la normatividad vigente en actos objetivos de moralidad en concordancia a su nacionalidad. El Ethos del sujeto constituye su referente moral de la persona. Como tal actúa como exceptiva de visualización. El sujeto cívico espera ver a su patria tal como se le ha prefigurado que es.

El en caso nacional, bajo el peso de nuestro imaginario doméstico, Costa Rica es excepcional tanto paisajística, étnica, cultural, como políticamente. En el caso “tico”, el Ethos dirige a la persona hacia la expectativa de visualizar una situación de bienestar efectivo y progreso evidente. La distorsión de esa percepción, debido a que la realidad lo manifiesta poco, lleva al deterioro del imaginario mismo, pues la relación entre uno y otro es íntima por mediación de una reacción emocional

El  orgullo por la realidad nacional es hoy insustentable. Esa reacción se refleja en la mente de la persona como experiencia del menoscabo en su bienestar. Bajo el paso de tal decepción es incapaz de actuar de modo coherente con la normatividad conductual que incluye el Ethos, pues no está viviendo, sino sobreviviendo.

Debe de actuar diferente, ya que la exigencia conductual en ambas situaciones es profundamente distinta. Por ello la visualización de la corrupción de políticos y empresarios se torna tan pedestre que no vale la pena juzgarla, a no ser que juzgue su espectáculo que se mediatiza a su alrededor.

Ante el deterioro del Ethos, la eticidad se pervierte, la persona se separa de la normatividad integrante del sujeto. El desencanto con la realidad le provoca anomia.

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