“Sin mascarillas ni gel hidroalcohólico, así es como luchan contra el coronavirus enfermeras y médicos, quienes se sienten desamparados, estresados y enfadados.” Este es el recuento de un medio digital nacional para describir lo que viven actualmente muchos trabajadores de salud en Francia.
En contraste, debemos sentirnos afortunados de que nuestros trabajadores de salud no sufren las mismas estrecheces, particularmente en lo que se refiere a solución alcohólica desinfectante, de probada eficacia para inactivar el coronavirus. Damos por un hecho, y ni siquiera pensamos, que la Fábrica Nacional de Licores (Fanal) rutinariamente surte las necesidades de alcohol de toda la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) a precio de costo.
Se dice que si algo permite separar el grano de la paja es una crisis. La pandemia en curso ha permitido a los costarricenses aquilatar el espíritu de servicio de los servidores públicos, y ver de primera mano cómo responden a las necesidades de la población. Es un irónico contraste con la campaña infame de desprestigio mantenida por el poder mediático en su contra durante los últimos años.
En esta ocasión los primeros han sido los trabajadores de la Fanal, quienes con total dedicación han dado ejemplo de entrega y sacrificio para dotar de antiséptico protector a quienes lo solicitan. Ello ha sido claro y patente para todos. Pero hay quienes, engolosinados ante la perspectiva de hacerse del negocio de los licores y lucrar con él, y vitoreando anticipadamente la venta o concesión, encuentran insufrible la idea de que Fanal sea vista con agradecimiento por los costarricenses.
Como es costumbre, esos intereses no encuentran mejor manera de expresar su enojo, ante la renovada y positiva percepción popular de la Fanal, que enlodando a la institución, acusándola, una vez más, de ser un fardo de añejas deudas y de no valer gran cosa. “Insólito caso de la Fanal” editorializan, con lo que arrastran por el barro su gestión. Pero lo que es realmente insólito es que el mismo Consejo Nacional de Producción (al que la Fanal está adscrita) haga más fácil el ataque y no salga a defender el papel que la Fanal juega en el país. Cuánto más porque la realidad histórica apunta a que las deudas y pérdidas de la Fanal ni siquiera se originaron en su propia gestión institucional. Pero haría falta una investigación técnica, honesta y objetiva para demostrarle al país el verdadero origen de las pérdidas señaladas.
Desprestigiar a la Fanal ha sido una constante durante los últimos años, pero que lo hagan en la presente circunstancia, cuando la institución brilla por mérito propio, es el colmo de la ingratitud y la mezquindad. Por lo menos el proverbial borracho en la vela podía después disculparse aduciendo obnubilación. Ellos lo hacen con pleno conocimiento de causa. ¿Habrán oído acaso que es de bien nacidos ser agradecido?