Opinión

De Fahrenheit a Martí

No deja de ser visionaria la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, -1953-, (según los especialistas de literatura

No deja de ser visionaria la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, -1953-, (según los especialistas de literatura esta pertenece a la novela distópica que está centrada en una sociedad que exhibe sus desencantos: miseria extrema, Estado represivo y otros temas). Decimos que es visionaria porque los acontecimientos de la novela develan esos mecanismos de control y represión. Como ustedes saben, el argumento o hilo conductor es Montag, un bombero al servicio del gobierno que cumple la función de quemar libros. Obsérvese la antítesis que niega el conocimiento. ¿Cuántas veces la historia da cuenta de estos actos apocalípticos? ¿Cuántas bibliotecas han ardido en los siglos en nombre de una ideología, la religión o de la pretensión de borrar la identidad de los vencidos?
Y si Fahrenheit 451 nos invita a meditar sobre el absurdo de las ideologías al servicio de un Estado que controla gustos y vida virtual, e insiste en que esa es la ruta de los elegidos. ¿Será que este homo digital, que no duda en exhibir sus vergüenzas o hacer alarde de su poder económico -para que una hilarante muchedumbre de argonautas anoten: “me gusta”-, ha renunciado a su condición humana? ¿No era que los tratados de libre comercio eran la fuente Castalia, con monte Parnaso incluido? ¿Y los que apostaron por la globalización para que la mano libre del mercado tocara las economías “menos favorecidas” y todo el mundo sería feliz porque la miseria ya no sería una distopía? ¿Y nuestras clases dominantes con sus intercambios de bienes y servicios, coimas Odebrecht, paraísos fiscales y capitales golondrinas, y halcones y águilas?
¿Y ahora qué sigue en este capítulo de contracciones económicas donde unos van en todas direcciones y otros vuelven sobre sí mismo en una contorsión donde la demagogia campea por doquier? Y como una negra noche los más inteligentes de la ultraderecha sueltan a esos diablos que todavía asustan a los ingenuos: el racismo, homofobia, xenofobia, misoginia, el chauvinismo: honor, Dios, patria… Y los muros de la mente se tornan estrechos y se multiplican. Lo terrible es cuando esos ingenuos se vuelven inteligentes y vociferan por las calles sus principios inmaculados con palos y piedras, y agreden al que es diferente, al que opina diferente, al que habla diferente.
Si Montag se libra de la rabia de ese perro mecánico que busca sus huellas y lo persigue hasta el río, y logra llegar donde habitan los maestros de la palabra, y pese al bombardeo de que son objeto, queda la memoria, a semejanza de los viejos juglares que van de pueblo en pueblo cantando gestas heroicas, amores y desamores. Y en este flujo y reflujo de ideas se debe recordar que desde finales del siglo XIX, el maestro cubano José Martí trazó nuestro derrotero: “Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano… Los jóvenes… Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!”

Suscríbase al boletín

Ir al contenido