Opinión

Cuando la riqueza produce miserables

Decía recientemente el Dr. Miguel Jaimes durante una de sus cátedras del XI Diplomado Internacional en Geopolítica del Petróleo, palabras más palabras menos, que este hidrocarburo no solo trajo a la humanidad guerras, sino que al menos en un siglo dotó también a la civilización de las comodidades que todos conocemos. El petróleo está en nuestras vidas desde hace un siglo y permanecerá en nuestro presente y futuro por muchos años más.

Este hidrocarburo ha puesto presidentes alrededor del orbe, quitado gobernantes y por él invadieron regiones enteras del planeta, modificando los mapas y haciendo que petróleo y política vayan de la mano. Es decir, en las decisiones más comunes de nuestras vidas, para bien o mal, lo tenemos presente.

Jaimes es un reconocido científico mundial, experto en ciencias gerenciales y politólogo, quien está convencido que las economías como la de su país deben diversificarse y no depender solo del petróleo. De hecho, trabaja en estos momentos en un plan encaminado a modernizar la industria petrolera venezolana y a diversificar la actividad, ante el cerco tendido sobre  la nación bolivariana.

Recuérdese que la tecnología petrolera antes de la llegada al poder del presidente Hugo Chavez Frías –fallecido el 5 de marzo de 2013– era de origen estadounidense similarmente con lo que ocurrió en Cuba con la energía eléctrica y las grandes “centrales” azucareras.

Nadie negaría que Chávez imprimió nuevos bríos a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), con otra orientación menos decorativa y más comprometida con el desarrollo socioeconómico de naciones pobres consumidoras; trayéndole desde entonces, paradójicamente, el desenlace entre Washington y Caracas que todos conocemos hoy.

Es así que Venezuela atraviesa una de las peores crisis derivadas de las sanciones estadounidenses –aunque se quiera vender o justificar otro discurso–, que recaen  sobre más de 33 millones de seres humanos agravada por la pandemia del COVID-19. El Ministro de Salud, Carlos Alvarado, dijo durante una reunión de la Organización Panamericana de la Salud que el monto retenido a Caracas por Washington pasaba de los $30 mil millones. En gran medida esta coyuntura adversa hizo que los venezolanos acudieran a la tecnología rusa para construir la refinería más grande del planeta en el Estado Falcón (fuente: https://espanol.almayadeen.net/articles/entrevistas-exclusivas/1401925/miguel-jaimes—venezuela-ha-comenzado-la-construcci%C3%B3n-de-un). Es de vida o muerte.

Y es que a decir verdad el petróleo, si se es productor o consumidor, a todos nos interesa por igual. Siempre será una presión y estará presente desde los viejos conflictos y en todos los nuevos problemas. Si el mundo –me decía un amigo– conoce, aporta o construye una nueva tecnología con o sin el petróleo, inmediatamente esto generará un conflicto sea por la sustitución del petróleo o por patentarla y adueñarse de la misma. En esta “pacífica” Costa Rica vemos ya cómo los transportistas, los conductores de autos, los motociclistas y los consumidores en general,  ya no aguantan los “garrotazos” a diario dados por la Refinadora –que ya no refina desde hace años– Costarricense de Petróleo (Recope).

Con mucha más razón el punto tensional aumenta cuando un país tiene reservas de crudo arriba de los 338 mil millones de barriles de crudo, aunque el Departamento de Energía de Estados Unidos reconoce que los depósitos de Venezuela superan los 550 mil millones de barriles. Por menos reservas de hidrocarburos han invadido y hecho añicos a países enteros, o en otros casos hacen de la inestabilidad de las naciones la estrategia de subdesarrollo, miseria y exclusión social. Libia me viene a la cabeza con las reservas de petróleo más grandes de África y novena más grande del orbe con 41.5 miles de millones de barriles en 2007 (fuente:  https://es.wikipedia.org/wiki/Reservas_de_petr%C3%B3leo_en_Libia); o el mismo Irán e Irak, con 157.200,007,168 y 148.199,995,904, barriles respectivamente, en 2020. (Fuente:  https://www.indexmundi.com/map/?v=97&l=es).

Al menos esto me explica en gran medida el problema reciente promovido por multinacionales petroleras en la región de Esequibo, Guyana, con una extensión de 159.542 kilómetros cuadrados y cuya soberanía sería de Venezuela, sí analizamos la vigencia jurídica del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966, al tenor del Derecho Internacional. O los ingentes esfuerzos para que Juan Guaidó fuera reconocido por el “Grupo de Lima”, después de subirse en una tarima en un parque de Caracas y bajarse luego “presidente”, sin que nadie hubiera votado por él, o los intentos de convertir a Colombia en cabeza visible de un conflicto armado a gran escala, de imprevisibles consecuencias mundiales.

Problemas de los que no escaparíamos los costarricenses, aunque nos vendieran otra narrativa, pues el precio del barril de petróleo se dispararía. Además, el crecimiento de la demanda de petróleo post pandemia en el mundo, así como la salida de tropas occidentales en naciones productoras como Siria o Irak (tarde o temprano saldrán), hace que nadie con dos dedos de frente garantice que en los próximos años el barril de petróleo no llegue a los precios de 2008, cuando alcanzaron los valores más altos.

¡De verdad que el “respeto al derecho ajeno es la paz”!

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