Es imprescindible no confundir la crítica política con la discriminación, ya que de lo contrario se estaría censurando previamente cualquier intento de discutir posiciones que afectan al todo social.
En este mismo Semanario UNIVERSIDAD, yo ya he sido (y segura- mente seguiré siendo) criticado por atacar algunos estereotipos hembristas, que algunas mujeres y hombres interpretaron como discriminación, cuando en realidad se cuestionaban algunos elementos que yacen en la ideología de algunas formas de feminismo y de ningún modo a una mujer en específico.
Hoy hay grupos políticos que se valen del “boom” anti-exclusión para evitar la crítica y la asunción científica de sus planteamientos.
Como parte del romanticismo post- moderno, se parte de una vulgarización de la realidad, de una ilusión utópica, en la que estos grupos particulares tienen el derecho a imponer su punto de vista político sobre el conjunto de la sociedad, sin podérseles oponer so pena de señalamientos como: machista, homofóbico, etc., cuando en realidad lo que se discute es un planteamiento general de índole político y no la calidad de una persona particular mujer o gay, por ejemplo.
Dicho de otro modo, la crítica política contra movimientos como el LGBTI, el feminismo, el animalismo, etc., corresponde a lo general, al fundamento abstracto-ideológico de tales movimientos y nunca a la persona particular que se identifica con una u otra condición.
Es una falacia de división, cometida por los particulares de estos grupos, razonar que la crítica contra algún elemento de la generalidad es por extensión un ataque contra la particularidad de una mujer o un gay o una lesbiana.
Esto es tan erróneo como suponer que un problema con un particular de estos grupos sea un acto de censura contra los movimientos generales políticos que articulan el proyecto político de estos particulares.
Con este tipo de posiciones, se cae en una contradicción, ya que se parte de implementar una democracia inclusiva al costo de excluir todo punto de vista opuesto a estos grupos, a la vez que se está obligando a la sociedad a aceptar sin miramientos, equis o ye presupuestos; lo cual políticamente no es sano y ya la historia nos ha enseñado que esto solo lleva al fascismo.
Cuando se recurre a esta estrategia de asimilar los términos “crítica política” y “discriminación”, el resultado siempre es fascismo y violencia pasivo-agresiva contra los otros grupos sociales.
La confusión o manipulación que implica asimilar lo crítico político a lo discriminatorio no es más que el sesgo burgués y neo- liberal que se oculta tras estos movimientos, y que hoy es preciso eliminar de tales movimientos políticos, por cuanto solapan un plan maquiavélico: divide y vencerás.
Así, cada grupo, desconectándo- se del “bien común”, se lanza a la imposición de sus condiciones sin pensar en las consecuencias sociales y en el fundamento propio de su propuesta, sin contar con las condiciones materiales que rodean a todo fenómeno humano (en el sentido tanto social como biológico).
La reyerta entre todos estos diferentes grupos sociales solo es un velo que sumerge en la oscuridad la estrategia de clase de una burguesía internacional, que trata de resucitar un capitalismo zombi, al tiempo que aglutina más del 50% de la riqueza mundial en el 1% de la población, mientras destruye el planeta y la convivencia social.
La línea entre lo crítico político y lo discriminatorio puede parecerle a algunos muy delgada, pero existente.
Quizás esta línea sea fluctuante por las condiciones históricas, sin embargo, sería peor asumir que una cosa es igual a la otra.
En el panorama actual, con una burguesía cada vez más fascista (al estilo trumpiano), todo grupo político debe someterse a la crítica por parte tanto de aquellos que profesan su credo, como de aquellos que lo adversan, en el marco del bien común, del Gattungswesen.