En la última semana de julio de este año, La Nación S.A. publicó dos artículos de opinión con ideas conocidas pero ligadas esta vez con planteos atractivos respecto a lo que podrían ser políticas públicas e iniciativas privadas si ciudadanos electores y dirigentes políticos del país acordaran una trayectoria de trabajo larga que refundase una Costa Rica viable. O sea una donde Estado y Gobierno ingresaran recursos para materializar políticas, en un marco de crecimiento económico, en beneficio de la convivencia de todos, y las empresas privadas y públicas, y sus trabajadores, tuvieran seguridad jurídica efectiva no reñida frontalmente con los intereses de la diversidad social que el país ha ido produciendo en su historia. Los autores de los artículos fueron los señores Eli Feinzag (25/07/16) y Jorge Vargas (28/07/16), economista y sociólogo, respectivamente. Sus textos no configuran pomada canaria, pero señalan una ruta difícil aunque viable si, tras la administración Solís, políticos y ciudadanos acuerdan darse un gobierno y un Estado ciudadano y nacional en cuyo seno se pueda discutir y también discrepar sin ánimo paralizante.
El artículo de E. Feinzag se centra en un diagnóstico. Lo que interesa de su análisis, de inspiración neoliberal, es que no resulta tan unilateral como acostumbran serlo otros opinionistas regulares del periódico. En su descripción del “rentismo”, Feinzag dispara contra los intereses creados de sindicalistas y argollas en el seno del sistema público, por ejemplo, pero también menciona “empresas exportadoras que presionan por un tipo de cambio artificial que les permita obtener más colones en la venta de su producción, las que cabildean para obtener privilegios en la forma de aranceles proteccionistas o arreglos cuasimonopólicos para sus mercados, o los autobuseros que amenazan con hacer un paro nacional para impedir la aprobación de una metodología tarifaria que vendría a corregir los errores de la que está en vigor”. Entre las empresas privadas rentistas, que obtienen y mantienen privilegios concedidos por los gobiernos (anteriores a la gestión Solís y a los que esta administración no toca quizás porque carece de fuerza), Feinzag menciona a los grandes arroceros, azucareros, Cargill, Dos Pinos, Florida Bebidas y empresarios del transporte. Sobre los últimos, sentencia: “… el poder de los transportistas es inversamente proporcional a la calidad del servicio”. Casi-monopolios y privilegios privados y públicos (salarios abultados, pensiones juveniles, anualidades obesas, rebajo de horas de trabajo, negativa a someterse a examen de rendimiento) encarecen arbitrariamente la vida en el país y perjudican a todos.
Las principales ausencias del diagnóstico de Feinzag se ligan con un sistema financiero que hace también parte de la lógica “rentista” (autotransferirse riqueza sin producir una nueva) y con la muy probable tendencia a la concentración de la propiedad (neo-oligarquía a la que repugna pagar impuestos). Pero resaltar que el tipo de “capitalismo” rentista que practica el país, durante al menos los últimos 30 años, lo empobrece, es mérito suficiente.
El texto de Vargas es más breve, aunque su diagnóstico fulmina: “En Costa Rica, estamos en una época de crecimiento económico con poco empleo. Por ello, nuestra tasa de desempleo está entre las más altas en los últimos treinta años y las filas del subempleo y del empleo precarizado, sin garantías sociales, engordan rápidamente. Esto es grave: un país que no crea oportunidades es una sociedad sin un buen futuro”.
Vargas resulta nítido en términos de propuesta (en Feinzag hay que inferirlas): “El principal antídoto para el crecimiento con poco empleo son políticas de fomento productivo para estimular sectores altamente encadenados y productivos. No se trata de escoger ganadores, sino de cumplir parámetros neutros: empresas que se propongan trabajar encadenando sectores, aplicar innovaciones y generar empleos altamente productivos serían apoyadas por un tiempo definido con la mejor asistencia técnica, científica y financiera que podamos”.
El problema de su propuesta no es solo que requiere de un acuerdo político amplio (nadie trabaja por él en este momento), sino que implica, por ejemplo, una toda nueva educación pública. Ni fácil, ni barato.
La principal dificultad que enfrentan, sin embargo, las opiniones de Vargas y Feinzag es que el país carece en este momento de partidos políticos y de cultura ciudadana. En estas condiciones, su suerte la determinan medios masivos que, en Costa Rica, no reúnen las condiciones para enfrentar el desafío.